Hoy vamos a Alaior. Con un casco viejo de bonitas casas en calles estrechas de origen medieval, hoy bulle alrededor de su mercado callejero. Can Salort ha sido rehabilitada por el Ayuntamiento. Ahora los albañiles están liados con la iglesia de Santa Eulalia, reconstruida en el XVII, a la que nos dejan entrar. Los retablos de madera están llenos de polvo. Preguntamos por el Patio de Sa Lluna, antiguo claustro de San Diego. Nos dice que está cerrado una borde del Ayuntamiento.
En Grau vemos su cala y damos un paseo por sus rocas de formas extrañas. Algunos pescan en ellas. Las casas son feas, pero blancas al menos. Se salva alguna antigua. Nos sentamos en un chiringuito muy agradable con mesas a la sombra de unos tarayes muy retorcidos. La camarera es muy simpática, decidimos descansar un rato.
Nos recorremos la costa este de la isla desde Arenal d'en Castell a Sa Mesquida. Lo más impresionante es desde S'Albufera el Cap hasta Favaritx, una zona absolutamente marciana de rocas de pizarra en lonchas, donde nos comemos un bocata de chorizo de Pamplona. Paseamos rodeando la Platja en Tortuga.
Arenal d'en Castell es una playa grande de arena fina, pero llena de horrendas urbanizaciones vacías. Lo mejor es que los solares sin urbanizar están invadidos de vegetación salvaje, entre la que se elevan las farolas y la parada de bus.
El Castillo de Marlborough está escavado, junto a un puerto tranquilo donde oímos pájaros, gallos y gallinas. Bajamos a la cala donde una fila de casas se pegan a la roca. Verde de los lentiscos y flores amarillas. Entre las matas salen algunas edificaciones de piedra de este castillo inglés al que se accede por una cueva que sale del puerto, cerrada.
Panchota parece reconocerme y me dice que estoy mucho más gordo (supongo que me confunde con Enrique). Luego dice que creía haberme visto en una de sus fotos. Su hija saca cervezas, queso y patatillas. Nos cuenta muchas cosas (es de amena conversación) y nos enseña su colección de fotos de la gente que ha pasado por Binigaus durante los cinco años que ha estado viviendo en la cueva (su médico le recomendó el aire de la playa para sus manos negras, gruesas y enfermas).
Es un tío gracioso con pinta de murciélago, con las narices muy estrechas y la boca sin labios, que apenas abre para hablar. Se peina hacia delante para tapar su calva, lo que le da un aspecto de pretor romano. Está menos sordo de lo que su hija dice. Nunca habló castellano antes de la Guerra, que practica con la gente que viene a los hoteles. Lee muy mal y no sabe escribir. Nunca fui a la escuela, dice, tampoco hice la mili, ni se bailar. Lleva una camisa amarilla rancia con un dibujo en relieve apenas perceptible. Tiene una colección de cartas que le han escrito, la gente que pasó por Binigaus, y otra de fotos en su cueva. Son dos libros muy gordos.
Nos ofrece su casa para dormir. Le decimos que el próximo viaje. Es super simpático y con muy buen rollo. Nos cuenta cuando bailó con una señora de gordas tetas que no paraba de mirar, por lo que nunca aprendió (perdió su oportunidad). Nos cae bien, le hago algunos dibujos mientras habla.
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