viernes, 17 de febrero de 2012
huacas moches y cajamarca
Terminé el segundo cuaderno y busco algo por Trujillo. Sólo encuentro unos libros grandes de cuentas de hojas demasiado finas. Llevo uno a una imprenta en el Mercado Central para que me lo guillotinen. Hay que ir de viaje mejor preparado. Cada vez tengo menos y peor material.
Combinamos combis para llegar a las Huacas del Sol y de la Luna, dos templos de una gran ciudad mochica que ocupaba lo que hoy es la Campiña del río Moche, un barrio periférico de Trujillo donde conviven casas y pequeñas huertas. Muchos muros de huertos y chacras son antiguos muros de la ciudad. Esta cultura llegaba de Chiclayo a Casma y su centro cultural, político y religioso estaba aquí. El museo merece la pena, con muchas piezas encontradas muy bien explicadas. La Huaca del Sol es sólo un montón de adobe sin escavar. La más interesante es la de la Luna, con los frisos dedicados a la divinidad decapitadora mitad felino, mitad pulpo y, sobre todo,el gran muro de la fachada del quinto templo. Las guías se regodean con los violentos sacrificios en la base del Cerro Blanco.
A la una, nos tumbamos en nuestros asientos panorámicos para ver el paisaje pasar. Vamos subiendo la sierra paralelos al río Chicanto, café con leche paralelo al Moche. Valles verdes entre montañas rocosas y peladas. Luego van verdeando conforme subimos y va creciendo la niebla y la carretera se hace camino. Lo atraviesan corderos, chanchos y burros. Unos niños tratan de sacar una cabra del bravo río. Pasamos Yatahual, Yubed, Choropampa, una presa forma un gran lago. Entramos en la niebla y luego en la noche. En una bajada aparecen las luces amarillentas en la falda de una montaña, Cajamarca.
Es una ciudad con muchas casas coloniales austeras y sencillas, blancas y con grandes alerones de teja sobre carrizo que superan las aceras. En la sierra todo es más duro, recuerda a Ayacucho. Casas blancas con portadas de piedra, balcones pequeños de madera y aceras muy altas como en Campeche. Aquí fué donde engañamos repetidas veces, saqueamos y asesinamos al inca Atahualpa, como nos recuerdan unas niñas aplicadas. Visitamos algunos patios de arcos de piedra en la planta baja y columnas y barandillas de madera en la primera planta. Algunas mujeres llevan unos aparatosos sombreros de paja muy altos, con el ala muy ancha y como descuajeringados.
La fiesta de Carnaval hoy está en el barrio de San Pedro. Mucha gente y poca actividad. Canta una niña una insoportable cumbia inca, este ser ha ganado el segundo premio infantil como todos los años. Dibujo a la gente, pero estoy cansado y no se ve nada. De vuelta nos comemos unos sandwiches de chorizo y huevo con zumo de papaya. Nos retiramos oyendo una traca. Hace fresco, pero eso no libra a los mosquitos de su ardua tarea.
Tumba mochica en la Huaca de la Luna
A este ritmo de trabajo vas a tener que pagar en el aeropuerto complemento por sobrepeso de equipaje
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