domingo, 11 de septiembre de 2011
una playa blanca y una playa negra
Por la mañana los materiales se dilatan y empieza a haber ruidos extraños en la casa. Ya nos hemos acostumbrado. Desayuno opíparo con mucha fruta, chorizos untables Chacón, tostadas con tomate y aceite de oliva. Surge el eterno comentario no hemos venido aquí a adelgazar.
Hoy toca baño. Puerto del Carmen. Buscamos una cala pequeña, poco concurrida, entre rocas. Entre Los Pocillos y Playa Grande. Agua transparente. Me entretengo dibujando a la vecina, que se ha muerto de sol. Baño dibujo baño bocatas baño hasta la hora de entrada de Miguel Ángel. Después un café en el porche-balcón de Don Emiliano, junto al filo del Pico de la Aceituna. Muy a gusto con el relente mirando al fondo la Montaña Roja y una señora que sale a su minihuerto con el mandil, el pañolico y las gafas de sol. La camarera me dice como se llama cada cosa. ¿Y esto te lo acabas de dibujar ahora mismo?
Playa Quemada hasta la hora tao, cuando el mar se pone como un espejo blanco y las barcas parecen flotar en la nada. Muy fácil de dibujar porque la playa es un dibujo en sí. Como no hay arena, sino cantos picudos (sin tiempo para ser rodados) y chinas negras, no hay turismo; sólo un lugar tranquilo y apacible con unas cuantas casas blancas esparcidas. Un cierto recuerdo a lo que debió ser Aguamarga o San José en los primeros tiempos.
Ya de noche vamos a Puerto Calero. Puerto deportivo, restaurantes caros en plan Puerto Banús, inglesas y alemanas con vestidos de gasas y cholas doradas, cenas con velas y tono bajo servidas por colombianos(¡con la lata que daban de críos y mira ahora qué formalitos!). Salimos a la uña capiro (que vienen los del Moral). Rebonitos decorados para el turismo. Mucha margarita y mucho cerdo.
Una de lágrimas negras por las playas blancas, acompañados por el ritmo sonero de el muyayo del súper, que hoy trae a su mujer con las maracas y su hijo bailongo. Negro café de roca negra para blancos de playa blanca. En el café de los sueños.
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