lunes, 26 de septiembre de 2011

un borrico con una brocha









Ya me resulta imposible pintar sobre un lienzo. Es demasiado para mí. Demasiado pretencioso (¡el arte!), demasiado caro, demasiada responsabilidad. Sufro.
Así que cojo las cajas de embalar, una brocha y unos bruguer acrílicos y me pongo a hacer el borrico. Y entonces disfruto. Porque lo que me gusta es pintar como el que come con ansia. Nervioso, divertido.
La mayoría de las veces me desinhibo tanto que aparecen esas guarrerías que se esconden en las circunvalaciones del coco. Da lo mismo, estos cartones descansan amontonados en el trastero. Un día como hoy aparecen en medio de la decisión sobre lo que es basura y lo que es guardable, y luego vuelven a su sitio. Alguno incluso ha estado colgado en una pared y a punto de ser regalado.
La última obra ha tenido la mala suerte de estar pintada sobre lienzo. Esta durará poco. Como en los concursos locales prefieren lienzo, todos los años pinto algo encima. Algo guarro y borricón para que digan este muchacho qué mal está.

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