martes, 13 de septiembre de 2011
piedras y playas
Hoy vamos por la LZ39 directos de Yaiza hasta Teguise atravesando la Geria, esa forma extraña de cultivar la vid en gravilla negra rodeadas cada cepa con un murete semicircular. Majuelos en Marte. Nos cruzamos las bodegas de Rubicón, Stratvs y El Grifo. De Teguise vamos a Teseguise (se piensa que la T pudo ser el artículo en una antigua lengua). Pasado Teseguise, a la izquierda, encontramos formaciones geológicas extrañas que parecen templos chamanes, de color azulados y con estratos intermedios más resistentes que le dan un carácter especial, fantástico. Este material gris azulado es de gravilla mal compactada que se deshace fácilmente. Nos damos una buena vuelta sintiendo miradas y sombras en la sagrada ciudad petrificada.
Nos ponemos en la cola de la Cueva de los Verdes. La cueva está bien, pero la guía es una petarda. Nos chulea sabiendo que somos público obligado. ¡Qué hermoso sería encontrarse de golpe esta cueva y en qué espanto se convierte cuando es un negocio turístico! De acuerdo, no insistiré más en el tema. Impresiona ver el funcionamiento de un río de lava. Maravillas naturales.
Comemos en un chilanque en una playa de Arrieta. Hay un puente de madera desde el que se tiran los chavales. Las olas son fuertes y hay surferos. De allí bajamos a ver las playas de Costa Teguise. Son artificiales, bahías cerradas con malecones de piedra negra basáltica y rellenas de arena fina de color cantoso. No mola que el sol se ponga a la espalda. Extrañamente, ya que es una zona turística de grandes hoteles y campos de golf, está lleno de lanzaroteños. No nos sentimos en la gloria y nos vamos a buscarla.
Quizás ande por casa. Entre la alegría generosa con que mi sobrino vuelve de la lidia con adictos ingleses y desconfiados alemanes y la de Beni bailando en la cocina. En la charla que se escurre con la pasta y las burbujas de Dorada. En los sueños que aún persisten de una plácida casa, un viaje entre timba y marimba, y un amor por Chile. O sólo un sillón, un cuaderno y un amor. O sólo.
¡Que fuerza te coge la línea!. Ese asfaltado de espuma parece el mar abriéndose al paso de Moisés. Más refrescante que el mismísimo mar en azul.
ResponderEliminar