Aquí en Mestanza, se sigue haciendo el jabón con la pringue. La cosa consiste en ir guardando en botes el aceite usado, sea de oliva o de girasol, se pueden ligar (liar dicen ellos). El aceite de oliva cuaja antes.
En un tinajón se echan ocho litros de agua. Después es le echa la sosa desmenuzada y se deja que bulla y se enfríe después. Se aparta un poco de ese agua con sosa disuelta y se disuelve un poco de harina, que añadiremos al resto. Se mueve todo con un palo, siempre en el mismo sentido, añadiéndole seis tarros de litro de pringue colada, poco a poco; y seguiremos moviendo hasta que cuaje. Como tarda en cuajar, se puede dejar y seguir batiendo en los ratos libres durante varios días. Una vez cuajado, se deja reposar. A partir del día siguiente, ya se puede cortar en trozos. Su tamaño: según el uso que le demos.
Para lavar la ropa y que quede más blanca, algunas mujeres le echan perborato (de sodio, usado en los detergentes en polvo, su efecto blanqueador viene de la liberación del oxígeno). Si no se quiere lavar a mano, se puede usar en lavadora rallándolo y metiéndolo en un calcetín de media cerrado, en el tambor, con la ropa.
Si se usa en el aseo personal, podemos hacer los trozos más pequeños. Enseguida se limarán las horribles aristas y vértices de lo nuevo e irá adquiriendo formas más naturales como las piedras en los ríos con el paso de los siglos y los milenios. Cada uso, cada persona, conseguirá un objeto distinto en muy poco tiempo; siempre con un tacto apetecible y un olor maravilloso (la gente a la que no le gusta ese olor, le echa suavizante).
Muy importante: la sosa siempre hay que manipularla con guantes, es muy peligrosa.
Esta receta es de la prima Mari, la hija de la tía Juana. Ella no le añade ni perborato sódico ni suavizante, y el resultado es excelente. Gracias Mari.
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