sábado, 2 de abril de 2011

mónsul











En mi carpeta de favoritos/playas/España está en primer lugar. Todo el mundo la conoce porque fué aquí donde el padre de Indiana Jones abrió su paraguas, ante los ojos atónitos de Junior, para que las gaviotas espantadas derribasen un avión nazi.

Es una playa magnífica que mira al sur y dividida en tres: la de la izquierda de la peineta, la parte central (la más visitada) y la escondida a la derecha (donde solemos bañarnos).
La primera tiene rocas preciosas para esnorquear y una poceta donde bañarse cuando el agua está fría o no darte la caminata, pues esta parte tarda mucho en cubrir. La del centro tiene una ancha franja de arena donde se juegan higos de balompié. Es la parte familiar y de cuchipandis con guitarras catequistas. Las separa una ola petrificada de lava solidificada: la peineta. Se puede acceder a ella por su norte. La última está protegida por muros cortados de piedra conglomerada. En sus huecos la gente acampa y se libra del viento y de los curiosos.

Hoy estamos en esta última. Una bandada de perroflautas han acampado aquí y nos deleitan con un concierto para travesera, guitarra española y bongó, que no dibujo a lo Santiago Rios por su indecoroso atuendo (ninguno) y por no ser denunciado por su publicación.
El agua está alta y hay que acceder por un sendero de piedras verdosas con olor a algas. Aquí la gente se pone el atuendo que quiere o no quiere. Nadie se mete con nadie, a lo hippie. Muchos juegan con balones, leen, duermen, escalan por sus muros o deleitan con un concierto. El agua está fría, pero como el sol calienta tanto, uno se hace el valiente y se mete, como todo el mundo.

Y luego está su famosa duna, la duna de Mónsul, un cerro de arena agarrada a las rocas. Si uno se tumba boca abajo en la parte superior, puede ver como los microgranos de arena flotan viajando de un sitio a otro.

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