jueves, 31 de agosto de 2017

azufaifo



El zizuphus jujuba (azufaifo, azofeifa, azofaifo, jujube o chichindra) es una especie vegetal caduca originaria del sur y este de Asia de entre dos y medio a diez metros de altura, dependiendo directamente de la humedad, de tronco derecho con bultos y corteza muy arrugada. Sus hojas escasamente pecioladas, alternadas, coriáceas, de 2 a 7 cm de longitud, de forma oblonga a oval-lanceolada con el margen finamente dentado y el ápice agudo o redondeado. La hoja tiene tres nervios principales longitudinales y presenta dos estípulas espinosas en su base. Son color es verde claro brillante. Su ramificación es muy densa, y está dotada de fuertes espinas, como resultado de su adaptación natural para protegerse de los herbívoros. Presenta ramillas de color verdoso, zigzagueantes y colgantes. Florece entre abril y agosto. Las flores son pequeñas, de tres a cuatro mm. de diámetro, poco llamativas, pentámeras, verdosas y situadas en grupos de dos o tres a lo largo de las ramas. Su fruto, la azufaifa, azofeifa,​ jínjol o guínjol, o jíjol es una drupa comestible globosa con aspecto de aceituna de dos a tres centímetros de longitud, con una sola semilla y de piel verdosa que deviene marrón rojiza cuando está madura, con textura y sabor a manzana, con la piel más dura. Se recolectan a finales de verano o principios de otoño. Es un árbol de fácil cultivo, pues no requiere de apenas atenciones. Necesita una exposición de pleno sol. Aguanta el frío, pero no fríos severos. No necesita podas, solo aclareo, y soporta todo tipo de tierra. Soporta aguas y tierras alcalinas. Se multiplica por esquejes y semillas.


Ha llegado al borde de la extinción debido a la calidad de su madera (se talaron prácticamente todos los azufaifos para construir la Armada Invencible española) y por su lento crecimiento. Se encuentran algunos en Murcia y Almería (España). Es un árbol desgraciadamente olvidado pero tuvo un prestigio popular en Cataluña y en todo el Mediterráneo, como demuestra la dicha tradicional catalana: “Ser més eixerit que un gínjol”, o las fiestas italianas de los azufaifos de Aqua Petrarca, o la calificación persa como árbol del amor.

Se conoce como la fruta de la inmortalidad pues tiene grandes poderes medicinales. Contiene magnesio, potasio, cobre, calcio, niacina y más vitamina C que cualquier cítrico. Esto fortalece el sistema inmune y previene enfermedades propias de los climas fríos (un té con el fruto seco). Tiene la capacidad de disminuir la presión arterial, y es bueno para la anemia y problemas hepáticos. Sus flavonoides tienen un gran poder antioxidante. Sus semillas calman los nervios, la medicina tradicional china lo ha usado para lograr un buen ritmo de sueño. Cuenta con dieciocho aminoácidos, buenos para formar proteínas, una de las cuales ayuda a la cicatrización de las heridas. Las hojas se usan como desodorante y repelente de insectos. La infusión de hojas es buena para la diarrea. Con la corteza se hace un colirio para desinflamar los ojos.

En Barcelona ciudad, existe un azufaifo monumental, foto de la izquierda de Rafael Zaragoza, de un valor incalculable por su belleza, dimensión y edad. Se trata del azufaifo más grande de Catalunya y posiblemente de Europa. Un árbol que en el pasado y ahora en el presente, está protagonizando una lucha ciudadana para su conservación. Sería del todo intolerable, inadmisible y vergonzoso que esta obra de arte, irrepetible como es este árbol monumental, no sea merecedora de ninguna protección.





Las fotos superiores son del azufaifo de mi huerta en época de floración y ahora, a finales de agosto. 
En primavera se siembran los huesos escarificados.

la vida es corta para vivirla

El árbol que tú olvidaste todavía se acuerda de ti.
-Atahualpa Yupanqui

martes, 29 de agosto de 2017

la biblioteca de matanzas


En el lugar más destacado de las plazas de las ciudades cubanas, hay un edificio clásico que, según nuestra cultura, debería ser un banco. Es la biblioteca pública, toda una institución.

lunes, 28 de agosto de 2017

la historia de la muñeca que se escribía con kafka

Estamos en el último año de la vida de Kafka, que se ha enamorado de Dora Diamant, una chica polaca de diecinueve o veinte años de familia hasídica que se ha fugado de casa y ahora vive en Berlín. Tiene la mitad de años que él, pero es quien le infunde valor para salir de Praga, algo que Kafka desea hacer desde hace mucho, y se convierte en la primera y única mujer con quien Kafka vivirá jamás. Llega a Berlín en otoño de 1923 y muere la primavera siguiente, pero esos últimos meses son probablemente los más felices de su vida. A pesar de su deteriorada salud. A pesar de las condiciones sociales de Berlín: escasez de alimentos, disturbios políticos, la peor inflacción en la historia de Alemania. Pese a ser plenamente consciente de que tiene los días contados.

Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de las veces, Dora la acompaña. Un día, se encuentran con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. "Tu muñeca ha salido de viaje", le dice. "¿Y tú cómo lo sabes?", le pregunta la niña. "Porque me ha escrito una carta", responde Kafka. La niña parece recelosa. "¿Tienes ahí la carta?", pregunta ella. "No, lo siento", dice él, "me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo". Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?

Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve cómo se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.

Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires, y por tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.

Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? y cumple su compromiso durante tres semanas. Tres semanas. Uno de los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico, y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la muñeca desaparezca de su vida por siempre jamás.


Paul Auster en Brooklyn Follies. Editorial Planeta 2016. Traducción de Benito Gómez Ibáñez

domingo, 27 de agosto de 2017

raíz de la poesía

Un poeta debe ser capaz de hacer un árbol 
con unos muebles. -Anne Sexton

viernes, 25 de agosto de 2017

arte ofensivo








El arte no puede cambiar el mundo, pero puede cambiar. La estética no creo que sea su única función. "Les belles lettres" es un término muy anticuado, por lo tanto hoy en día un concepto con poco peso. El arte debe impactar, herir, ofender, intrigar, ser un crítico despiadado de los tiempos despiadados que no sólo estamos presenciando, sino de cuyas víctimas nos hemos convertido. En este ámbito, los llamados intelectuales han fracasado enormemente, al callar, al cometer la traición, como diría Julien Benda de "La trahison des clercs" . La buena literatura pide un trauma - un trauma personal, colectivo, histórico, no importa - y luego la capacidad de formularlo. La buena literatura no necesita "una historia". Es cómo se presentan los acontecimientos que separan la buena literatura de la escritura ficticia mediocre, tan a menudo una construcción lineal aburrida.