La Universidad de Castilla La Mancha y la librería Birdy nos traen al economista austriaco y profesor universitario Christian Felber a Ciudad Real para explicarnos su modelo económico llamado Economía del Bien Común. Cofundador del movimiento Attac y de la Banca Democrática en Austria, nos explica la perversidad del dinero y del sistema basado en el beneficio. Vamos demasiado deprisa, dice, sin poder desarrollar raíces. Propone una nueva universidad con más enseñanzas comunes dirigidas hacia el hombre total, y que la técnica no desconecte con la Naturaleza; y una economía que solo sea una técnica para conseguir el bien común como objetivo, la economía como medio, la oikonomia contra la chrematístik, la economía como fin, el capitalismo. La medida de la calidad de vida no es el PIB, ni el éxito de las empresas mide la felicidad de un pueblo. El pueblo soberano (el que está por encima de todos) es el que debe poner los varemos.
jueves, 31 de marzo de 2016
christian felber en ciudad real
La Universidad de Castilla La Mancha y la librería Birdy nos traen al economista austriaco y profesor universitario Christian Felber a Ciudad Real para explicarnos su modelo económico llamado Economía del Bien Común. Cofundador del movimiento Attac y de la Banca Democrática en Austria, nos explica la perversidad del dinero y del sistema basado en el beneficio. Vamos demasiado deprisa, dice, sin poder desarrollar raíces. Propone una nueva universidad con más enseñanzas comunes dirigidas hacia el hombre total, y que la técnica no desconecte con la Naturaleza; y una economía que solo sea una técnica para conseguir el bien común como objetivo, la economía como medio, la oikonomia contra la chrematístik, la economía como fin, el capitalismo. La medida de la calidad de vida no es el PIB, ni el éxito de las empresas mide la felicidad de un pueblo. El pueblo soberano (el que está por encima de todos) es el que debe poner los varemos.
sobre el marxismo
Cuando cada pocos años se nos dice que Marx representa una filosofía anticuada, no tengo ninguna dificultad en aceptarlo, aunque justo después me pregunto lo que podría significar que Platón o la filosofía de Kant sea obsoleta. Cuando se nos explica que la teoría marxista del valor o la de la caída tendencial de la tasa de ganancia son manifiestamente erróneas, no tengo ninguna dificultad en aceptarlo; también porque yo nunca las usé para entender los derroteros de este mundo. Cuando se me muestra que la idea, lo que sin duda pertenecía a Marx, de un pasaje de la prehistoria humana a la historia a través del extremo de la propiedad privada, el trabajo del estado y alienado se basa en una antropología falaz y ha sido definitivamente desacreditado por "socialismos reales" , lo reconozco abiertamente; también porque siempre he atribuido la figura del progreso ilimitado a la afirmación errónea de la perfectibilidad ilimitada del hombre, un error de la ilustración burguesa que heredó Marx.
Pero cuando me dicen que la teoría de las ideologías es falso, que la lucha de clases es una fábula y que el socialismo es una utopía desprovista de la utilidad pragmática de otras utopías, pido una prórroga para las audiencias. Porque para el día de hoy, es difícil negar - y era conocida mucho antes de Marx - la existencia de conflictos ininterrumpidos de intereses entre grupos humanos por la posesión de los medios de producción y el reparto del producto social; conflictos que están determinadas por los modos de producción y que determinan la disposición, o la agitación, de toda la sociedad.
El movimiento socialista y comunista se han basado durante cien años en lo que se llamó la doctrina de Marx. Una parte importante de esta última era la idea de que el paso al comunismo iba a ser la consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas, de industrialización y del crecimiento de la clase obrera; y para lograr a través de la planificación centralizada. Hoy en día, los resultados del pasado nos impiden mirar hacia el futuro. Estos resultados son trágicos, no sólo a causa de las derrotas políticas, económicas o culturales, ni simplemente debido a los costos humanos; sino porque, incluso fuera de los países comunistas, el "marxismo real" aceptó el marco mental de su antagonista: la primacía de la tecnología, la ética de la eficiencia, la explotación de los más débiles. Todos los intentos de escapar a esta lógica parecen haber fracasado. Y, sin embargo, como dice Bloch, ninguna prueba se ha dado de que la salida es imposible.
Franco Fortini, 1983
Pero cuando me dicen que la teoría de las ideologías es falso, que la lucha de clases es una fábula y que el socialismo es una utopía desprovista de la utilidad pragmática de otras utopías, pido una prórroga para las audiencias. Porque para el día de hoy, es difícil negar - y era conocida mucho antes de Marx - la existencia de conflictos ininterrumpidos de intereses entre grupos humanos por la posesión de los medios de producción y el reparto del producto social; conflictos que están determinadas por los modos de producción y que determinan la disposición, o la agitación, de toda la sociedad.
El movimiento socialista y comunista se han basado durante cien años en lo que se llamó la doctrina de Marx. Una parte importante de esta última era la idea de que el paso al comunismo iba a ser la consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas, de industrialización y del crecimiento de la clase obrera; y para lograr a través de la planificación centralizada. Hoy en día, los resultados del pasado nos impiden mirar hacia el futuro. Estos resultados son trágicos, no sólo a causa de las derrotas políticas, económicas o culturales, ni simplemente debido a los costos humanos; sino porque, incluso fuera de los países comunistas, el "marxismo real" aceptó el marco mental de su antagonista: la primacía de la tecnología, la ética de la eficiencia, la explotación de los más débiles. Todos los intentos de escapar a esta lógica parecen haber fracasado. Y, sin embargo, como dice Bloch, ninguna prueba se ha dado de que la salida es imposible.
miércoles, 30 de marzo de 2016
ánimas en el torso de freddy
Las ánimas desesperadas se consumen en el torso de Freddy Krueger en Pesadilla en Elm Street 4: El Maestro de los Sueños, de 1988. Las ánimas benditas permanecen en el Purgatorio dependiendo del número de sus faltas, la malicia y la deliberación con que éstas fueron realizadas, la penitencia hecha, o no, la satisfacción hecha, o no, por los pecados cometidos durante la vida y de los sufragios ofrecidos por ellos después de sus muertes. Su estancia, en general, es mucho más larga de lo que la gente suele pensar. San Luis Bertrand tuvo una visión del Purgatorio donde su padre sufría; aun siendo ambos buenos cristianos y él afanarse con rezos, ayunos y otros grandes sufrimientos, no saldría hasta pasar ocho años completos. San Malaquías sacó a su hermana tras muchas misas y grandes mortificaciones tras varios años. Hasta 60 años han tardado algunas monjas carmelitas con toda la comunidad trabajando por la labor. La hermana de San Vicente Ferrer se le apareció a éste cuando hubo salido para contarle que fue gracias a sus rezos, misas y ruegos que su tiempo no fue infinito. ¿Puedes hacerte una idea del tiempo que tú pasarás con un alma tan alejada de la santidad?
martes, 29 de marzo de 2016
beneficios, desigualdad y bien común
Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general. Artículo 128 de la Constitución Española
lunes, 28 de marzo de 2016
bares y cafeterías de ciudad real (9)
sábado, 26 de marzo de 2016
carteles cubanos de rené azcuy
Pablo René Azcuy Cárdenas, nació en La Habana, Cuba, el 28 de abril de 1939. A partir de 1955 cursó estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes San Alejandro de La Habana y desde el mismo año 1955 hasta 1957 en la Escuela Superior de Artes y Oficios. De 1964-1983, la edad de oro del cartel cubano, trabajó como diseñador gráfico del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos.
De aquel periodo son estos carteles. Ha recibido diversos premios. Hoy es catedrático de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Más carteles
viernes, 25 de marzo de 2016
banda sonora de la hora mágica
Al salir del Palacio de Justicia para subir al coche reconocí en un breve instante el olor y el color de la noche de verano. En la oscuridad de la cárcel rodante encontré, uno por uno, surgido de lo hondo de mi fatiga, todos los ruidos familiares de una ciudad que amaba y de cierta hora en la que se me ocurría sentirme feliz. El grito de los vendedores de diarios en el aire sosegado de la tarde, los últimos pájaros en la plaza, el pregón de los vendedores de bocadillos, la queja de los tranvías en los recodos elevados de la ciudad y el rumor del cielo antes que la noche se cerrara sobre el puerto, recomponía para mí un itinerario de ciego, que conocía bien antes de entrar en la cárcel. Sí, esa era la hora en que, hace ya mucho tiempo me sentía contento.
Albert Camus en El extranjero. Editorial Planeta. Barcelona 1973
jueves, 24 de marzo de 2016
una carta a dippy
Donovan consiguió con esta carta abierta de corte pacifista que su amigo de colegio Dippy abandonase el ejército británico. Jimmy Page toca la guitarra eléctrica, John Cameron los teclados, Danny Thompson el bajo y Tony Carr la batería. Se lanzó en Estados Unidos en 1967 y llegó hasta el puesto número 10. De niño, saltaba de alegría al oírla, sin comprender nada de su contenido.
Donovan Leitch en YouTube
En Spotify puedes encontrar la maravillosa versión de Hypnolovewheel y la cañera de Maudlin.
miércoles, 23 de marzo de 2016
píldoras y remedios
La artista canadiense Dana Wyse, nacida en Vancouver en 1965, crea una compañía farmacéutica ficticia que utiliza en sus envases imágenes retro y kitsch de la década de los 60 para subrayar el absurdo de estas imágenes, así como la lujuria de la mujer para ir de compras y el consumismo en la comercialización de curas y remedios que pretenden diseccionar nuestra búsqueda de una utopía de la perfección. Los envases de las fotos superiores son de la figura empresarial Jesús tenía una hermana producciones (1996·2003), con las que comercializa sus píldoras que nos prometen efectos inmediatos sobre diferentes temáticas: sexualidad, religión, relaciones personales, sueños, la búsqueda de la perfección, etc.
Sus píldoras envasadas tienen múltiples poderes, de acuerdo a las necesidades individuales. Por ejemplo: Encuentra tu punto G, Sea negro al instante, Toque la guitarra en un momento, Sea inmediatamente rubia, Asegure la heterosexualidad de su hijo, Conviértase al judaísmo, Acepta tu homosexualidad. Presentadas en una bolsa de plástico con una pequeña foto barata, estas pastillas ni siquiera se venden en farmacias, y eso es una vergüenza para Dana, porque Francia es el primer país consumidor de drogas. No, pero se pueden comprar en las galerías de arte en el departamento de libros.
Sus píldoras envasadas tienen múltiples poderes, de acuerdo a las necesidades individuales. Por ejemplo: Encuentra tu punto G, Sea negro al instante, Toque la guitarra en un momento, Sea inmediatamente rubia, Asegure la heterosexualidad de su hijo, Conviértase al judaísmo, Acepta tu homosexualidad. Presentadas en una bolsa de plástico con una pequeña foto barata, estas pastillas ni siquiera se venden en farmacias, y eso es una vergüenza para Dana, porque Francia es el primer país consumidor de drogas. No, pero se pueden comprar en las galerías de arte en el departamento de libros.
A pesar de su pasión por la escritura Dana Wyse, la artista canadiense radicada en los suburbios de París desde hace 15 años, hizo su aparición en el mundo de las artes plásticas en 1997 en Londres y a partir de entonces sus inquietudes y ficciones farmacéuticas han recorrido el mundo a través de su proyecto de píldoras mágicas. Su libro Como convertir su adicción por drogas en una exitosa carrera artística vendió más de 2 millones de ejemplares en Europa. La artista continúa con una acelerada y vertiginosa producción comercial a través del arte, donde cada uno de sus objetos encapsula su vida.
Quiero convencerme de que la vida puede ser muy, muy fácil, ya que vivimos en un mundo feliz, lleno de oportunidades.
martes, 22 de marzo de 2016
el cocodrilo
Yo tendría entonces seis o siete años. No era muy hablador y menos con mi padre que andaba siempre de mal genio por la casa sin mostrar el más mínimo gesto de cariño. Es por eso que no entiendo por qué me llevó de acompañante mudo a aquel viaje a Valencia.
Solo recuerdo algunas imágenes inconexas. Del viaje en sí en el seillas, el salpicadero metálico beige con la palabra seiscientos cromada, una parada a mitad de camino en un pinar de grandes y altos pinos, donde mi padre me acercaba una tortilla de patatas hecha cuadrados dentro de una merendera de aluminio, y luego las masas negras de los árboles, luces en el atardecer rojizo, esa sensación de nave espacial en un mundo extraño.
Recuerdo que el hotel tenía botones de uniforme, como el botones Sacarino, y un ascensor forrado de madera con una luz asignada a cada piso que señalaba nuestra situación, el nivel superado por la nave. La habitación tenía un hall de entrada con una chimenea sin uso tapada con una rejilla dorada y un baño de azulejos pálidos con retrete, lavabo y bañera con ducha. El primer día lo pasé allí, aburrido como una ostra.
Por la noche mi padre me trajo tebeos de Pulgarcito y Pumby y me dijo que podía salir de la habitación, pero no del hotel. El botones trató de entretenerme (¿le había dado una buena propina?), me montó en el ascensor y me enseño la fórmula para subir y bajar al piso que quisiéramos. Cuando mi padre llegó esa noche lo subí yo mismo hasta nuestra planta.
En aquellos días fui el joven ascensorista del hotel. Yo preguntaba a qué piso iban y los subía muy serio. Ellos me miraban con ternura y se dejaban llevar. Aquello se convirtió en mi mundo.
Un día mi padre apareció antes de lo normal. Me cogió de la mano y caminamos cogidos por esa gran ciudad de casas altísimas, grandes aceras llenas de gente y calzadas con un montón de coches. Paramos delante de una tienda de grandes escaparates en una especie de hall abierto. En el centro había uno pequeño rodeado de niños. Era del tamaño del ascensor, pero con ocho paredes de cristal. Me hice un hueco y vi dentro una bañera con un cansado cocodrilo que levantaba la cabeza con el sonido de las monedas que echaban por las juntas de los cristales. Era como un lagarto oscuro y gigante con la piel petrificada. A veces hacía una demostración de la fiereza que de él se esperaba, como para cubrir el expediente.
Cuando lo vi quizá recordé los animales enjaulados de la Casa de las Fieras, o la mula de la huerta, siempre escapándose, o los renacuajos en las latas, o los escarabajos lidiados. O simplemente me vi yo en ese ascensor de cristal en una ciudad extraña donde no conocía a nadie. Los niños no paraban de reir, y yo me puse muy triste sin saber bien por qué. Me puse a llorar sin saber por qué y sin poder irme ni darme la vuelta, para que no me viera ese señor de traje con los zapatos siempre limpios.
Solo recuerdo algunas imágenes inconexas. Del viaje en sí en el seillas, el salpicadero metálico beige con la palabra seiscientos cromada, una parada a mitad de camino en un pinar de grandes y altos pinos, donde mi padre me acercaba una tortilla de patatas hecha cuadrados dentro de una merendera de aluminio, y luego las masas negras de los árboles, luces en el atardecer rojizo, esa sensación de nave espacial en un mundo extraño.
Recuerdo que el hotel tenía botones de uniforme, como el botones Sacarino, y un ascensor forrado de madera con una luz asignada a cada piso que señalaba nuestra situación, el nivel superado por la nave. La habitación tenía un hall de entrada con una chimenea sin uso tapada con una rejilla dorada y un baño de azulejos pálidos con retrete, lavabo y bañera con ducha. El primer día lo pasé allí, aburrido como una ostra.
Por la noche mi padre me trajo tebeos de Pulgarcito y Pumby y me dijo que podía salir de la habitación, pero no del hotel. El botones trató de entretenerme (¿le había dado una buena propina?), me montó en el ascensor y me enseño la fórmula para subir y bajar al piso que quisiéramos. Cuando mi padre llegó esa noche lo subí yo mismo hasta nuestra planta.
En aquellos días fui el joven ascensorista del hotel. Yo preguntaba a qué piso iban y los subía muy serio. Ellos me miraban con ternura y se dejaban llevar. Aquello se convirtió en mi mundo.
Un día mi padre apareció antes de lo normal. Me cogió de la mano y caminamos cogidos por esa gran ciudad de casas altísimas, grandes aceras llenas de gente y calzadas con un montón de coches. Paramos delante de una tienda de grandes escaparates en una especie de hall abierto. En el centro había uno pequeño rodeado de niños. Era del tamaño del ascensor, pero con ocho paredes de cristal. Me hice un hueco y vi dentro una bañera con un cansado cocodrilo que levantaba la cabeza con el sonido de las monedas que echaban por las juntas de los cristales. Era como un lagarto oscuro y gigante con la piel petrificada. A veces hacía una demostración de la fiereza que de él se esperaba, como para cubrir el expediente.
Cuando lo vi quizá recordé los animales enjaulados de la Casa de las Fieras, o la mula de la huerta, siempre escapándose, o los renacuajos en las latas, o los escarabajos lidiados. O simplemente me vi yo en ese ascensor de cristal en una ciudad extraña donde no conocía a nadie. Los niños no paraban de reir, y yo me puse muy triste sin saber bien por qué. Me puse a llorar sin saber por qué y sin poder irme ni darme la vuelta, para que no me viera ese señor de traje con los zapatos siempre limpios.
lunes, 21 de marzo de 2016
fanatismo religioso
domingo, 20 de marzo de 2016
el asesino que no se mojó
El tiempo de las ilusiones ha llegado a su fin. Ningún acto de nuestra vida cotidiana es inocente. Al pedir un café y pan con mantequilla en la panadería, nos implicamos en una cadena de horrores causados a animales y a humanos involucrados en la producción. Cada acto banal implica una decisión ética, y también una opción política.
La descripción de las atrocidades que cometemos de forma rutinaria puede seguir aquí a lo largo de miles de caracteres. Comemos, nos vestimos, nos entretenemos, transportamos y nos transportamos a expensas de la esclavitud, de la tortura y del sacrificio de otras especies y también de los más frágiles de nuestra propia especie. Somos lo peor que le ha sucedido al planeta y a todos los que lo habitan. El cambio climático ya anuncia que no solo le tenemos miedo a la catástrofe, sino que nos hemos convertido en la catástrofe. Esta vez, no solo para todos los demás, sino para nosotros mismos.
¿Cómo ser ético en un mundo sin ilusiones, en el que cada acto implica la tortura y el sacrificio de otro, humano o no humano? Si somos los nazis de las otras especies, cuando no de la nuestra, ¿aceptar que así es no sería convertirse en un Eichmann, el nazi juzgado en Jerusalén, que alegó que tan solo cumplía órdenes, el hombre tan banalmente ordinario que inspiró a la filósofa Hannah Arendt a crear el concepto de “banalidad del mal”? ¿Cómo construir una elección que vuelva a incluir la ética? ¿Cómo no paralizarse frente al espejo, reducidos o al horror o al cinismo, tras haber eliminado la posibilidad de transformación? ¿Cómo movernos?
Ante el filete que deseamos y el ojo de buey que nos interroga, hay, al menos, una hipótesis cada vez más fuerte: el inocente es un asesino.
Eliane Brum es escritora, periodista y documentalista. Autora de los libros de no ficción Coluna Prestes - o avesso da lenda, A vida que ninguém vê, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela Uma duas.
La descripción de las atrocidades que cometemos de forma rutinaria puede seguir aquí a lo largo de miles de caracteres. Comemos, nos vestimos, nos entretenemos, transportamos y nos transportamos a expensas de la esclavitud, de la tortura y del sacrificio de otras especies y también de los más frágiles de nuestra propia especie. Somos lo peor que le ha sucedido al planeta y a todos los que lo habitan. El cambio climático ya anuncia que no solo le tenemos miedo a la catástrofe, sino que nos hemos convertido en la catástrofe. Esta vez, no solo para todos los demás, sino para nosotros mismos.
¿Cómo ser ético en un mundo sin ilusiones, en el que cada acto implica la tortura y el sacrificio de otro, humano o no humano? Si somos los nazis de las otras especies, cuando no de la nuestra, ¿aceptar que así es no sería convertirse en un Eichmann, el nazi juzgado en Jerusalén, que alegó que tan solo cumplía órdenes, el hombre tan banalmente ordinario que inspiró a la filósofa Hannah Arendt a crear el concepto de “banalidad del mal”? ¿Cómo construir una elección que vuelva a incluir la ética? ¿Cómo no paralizarse frente al espejo, reducidos o al horror o al cinismo, tras haber eliminado la posibilidad de transformación? ¿Cómo movernos?
Puedes leer este comprometedor artículo completo en El País.
sábado, 19 de marzo de 2016
máscaras de nepal
Madera, resina y restos de pelo. Entre siglos XIX y XX |
Primitiva Shamánica. Middle Hills. Siglo XX. 23 cm |
Primitiva Shamánica. Middle Hills. Siglo XIX o XX. 24 cm |
Primitiva Shamánica. Middle Hills. Siglo XX. 28 cm. Tiene pigmento y metal |
Primitiva Shamánica. Middle Hills. Siglo XIX o XX. 43 cm |
Primitiva Shamánica. Middle Hills. Siglo XIX o XX. 33 cm |
Primitiva Shamánica. Middle Hills. Siglo XX. 22,5 cm |
Primitiva Shamánica. Middle Hills. Siglo XIX o XX. 23 cm |
Primitiva Shamánica. Middle Hills. Siglo XX. 20 cm |
Primitiva Shamánica. Siglo XIX. 25,4 cm |
Primitiva Shamánica. Middle Hills. 28 cm. Siglo XX |
Primitiva Shamánica. Middle Hills. 25,4 cm, Siglo XIX o XX |
Citipari Señor del cementerio. 20,3 cm. Principios del siglo XX |
Samánica Prahari. Middle Hills |
25,4x14x7,6 cm
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