sábado, 17 de agosto de 2019

tumbas encontradas en el oppidum de alarcos

Sepulcro del príncipe íbero hallado en Alarcos (UCLM)

El año pasado, los arqueólogos e historiadores María del Rosario García Huerta, Francisco Javier Morales Hervás y David Rodríguez González terminan su investigación —después de tres años de excavaciones y dos de laboratorio— sobre la necrópolis íbera de Alarcos (Ciudad Real): hallan 25 tumbas de aristócratas guerreros íberos, incluida una que los expertos consideran que puede corresponder a un príncipe, excavadas en el periodo histórico en el que Amílcar fallece en la batalla.

“No sabemos el papel concreto de estos íberos de Alarcos en los sucesos de la época de la Segunda Guerra Púnica”, señala el profesor de Prehistoria de la Universidad de Castilla-La Mancha David Rodríguez, “pero es muy tentador [aunque muy poco probable] imaginar que estuvieran con el cartaginés Amílcar o quizá lucharon al lado del rey oretano Orisón u Orisos en Helike, ciudad sitiada por Amílcar a la que acudieron diversos contingentes de oretanos [pueblo íbero] para liberarla de los cartagineses. Pero no debe ser casualidad que la mayoría de las tumbas más ricas de la necrópolis de Alarcos y adscritas a aristocracias guerreras sean precisamente de este período y posteriores", entre los años 220 y 90 antes de nuestra era.

De las 25 tumbas —dos de ellas corresponden a mujeres enterradas con armas— destacan tres enterramientos por su riqueza, tanto por la calidad como por la abundancia del armamento (falcatas, escudos, lanzas…), la evidencia de poseer caballos (bocados), orfebrerías de lujo (oro, plata, colgantes de cornalina) y por los sacrificios hechos tras su fallecimiento. Una de las tumbas guardaba 453 tabas (astrágalos) de cordero, para lo que hubo que sacrificar 222 animales, según los cálculos de los expertos. Los cuerpos de los fallecidos fueron incinerados y guardados en vasijas que la excavación ha devuelto a la luz.

Otra de las tumbas pudo pertenecer a un príncipe, ya que se emplearon grandes bloques de piedra, escalonados y bien trabajados, si bien fue saqueada en la antigüedad por los valiosos objetos que encerraba. En el resto de sepulcros se han encontrado 327 objetos, de los que el 9% fue fabricado con oro. También se ha hallado otra tumba, que en realidad es un cenotafio, que corresponde a un enterramiento sin cuerpo, ya que el guerrero habría muerto muy lejos del poblado y no se pudieron recuperar sus restos. Sin embargo, se le abrió una tumba con todo el ajuar que le correspondía como aristócrata y guerrero.

Los análisis han demostrado que existían diferencias notables entre las tumbas halladas —que han sido clasificadas en tres grupos: opulentas, intermedias y más sencillas—, pero todas pertenecientes a"un elevado estatus incluso comparadas con otras de su mismo ámbito cultural" en diferentes yacimientos íberos de la Península. Lo que llama la atención a los investigadores es que apenas se hayan detectado fuera de esta necrópolis cuerpos del "pueblo llano". "No sabemos qué hacían con los restos de esta gente, quizás usaban para ellos otro tipo de rito funerario como la inmersión, es decir, que los tirasen al río o algo así. Es un misterio", explica Rodríguez, y más teniendo en cuenta que el poblado donde vivían podía albergar a más de mil personas y el asentamiento se extendió durante casi cinco o seis siglos. "La necrópolis de Alarcos supone un notable salto cualitativo en el conocimiento de la realidad funeraria ibérica, al poder presentar contextualizados un conjunto de tumbas y materiales que nos permiten abordar con más garantías una mejor definición del ritual funerario ibérico en general y del oretano en particular".


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