miércoles, 18 de abril de 2018

de santarém a lisboa














Por la mañana paseamos por Santarém. Mujeres de negro con velo todavía, creo que son gitanas. De lo visto destacaría el mercado, actualmente en uso y con una fachada completamente forrada de azulejos, y el Museo Diocesano, en la Catedral. Aunque todos los santos son especialmente graciosos, ellas bastante gordas y ellos flacuchos excepto San Blas que está de buen año, yo destacaría una Piedad del siglo XV, con un sabor popular rozando lo naïf.

Pronto llegamos a Lisboa por la autovía. La casa que hemos elegido para unos días es espectacular. Un edificio antiguo restaurado manteniendo muchos elementos de su pasado. Nuestra habitación da a dos calles y tiene tres ventanas. El sol la ilumina. El suelo es de madera, de toda la casa. Al lado hay un salón chulo y un recibidor. Los techos muy altos.
Combinan muebles nuevos y antiguos. Hay fotos recortadas pegadas en las paredes. Pájaros que vuelan, niños saltando a píndola o levantando cometas. En recepción hay un ping pong y una sala de lectura. Nos gusta mucho. Está junto al Mercado de la Ribera, muy cerca de la Plaza de Comercio, junto al Tajo.

Comemos en el Mercado. Está lleno de turistas. Es caro y malo. Subimos al Chiado y tomamos café con una tartaletas de almendras riquísimas. Desde la última vez que vine, hay mucha más gente por las calles. Esto se está poniendo imposible. Afortunadamente vemos que sigue la Casa da India. Mañana caerá un peixe del Atlántico, la garoupa grelhada, a la brasa. Esperemos que continúen los precios de antes. Camino del Noobai Café, vemos la explanada frente al Museo de la Farmacia repleta de gente. Las chicas bailan y unos mendas con rastas tocan y cantan. La cerveza circula a litros. Con el Tajo al fondo. El sol calienta, se está bien.

Bajamos al Chiado. Dibujo A Brasileira otra vez, delante de un galâo. Todo el mundo salió a las terrazas y aquí dentro se está tranquilo. Hay una chica guapísima con rasgos bengalíes. Es una pena que haya acabado el dibujo y ya no me quepa. ¿De qué me vale ser un artista si no puedo dibujar chicas guapas, ni representarlas en punto de cruz, ni tridimensionalmente con fichas de Lego? Beni le hace una foto. Después vamos a Rossio y recorremos las calles cuadriculadas hasta la Plaza del Comercio, que sigue llena de cables del tranvía y su cuarta pared es nuestro querido río.

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