jueves, 2 de noviembre de 2017

la libreta de francisco torres

Un policía apunta con un enorme arma a dos niños diminutos y un tanque imponente encañona desde un extremo. Los trazos inseguros y los colores desbordando las líneas delatan una imagen pueril, sin pretensiones. Casi todas las páginas de esa libreta repiten la escena: de un lado, Carabineros de Chile ("pacos", como se les llama de forma coloquial) y del otro, los mapuche. La ropa que visten, sin mayor esfuerzo, los delata como policías. Su autor se llama Francisco, un niño mapuche de apenas 5 años que, como la mayoría de los niños y niñas de su edad en cualquier lugar del mundo, dibuja lo que ve. Sus experiencias y emociones.

Él vio cómo los pacos disparaban a su hermano Samuel, de 14 años en su propia casa allanada. Su madre lo había escondido en el baño, junto a su hermana Natividad. Mientras sangraba, amenazaron a su madre: "Coopere, ¿dónde están las armas?, el niño se va a desangrar, ¿dónde están las armas?, ayude a buscar las armas", le decían rodeándola. "¿Qué armas, si yo vengo del pueblo, qué armas?", revive la madre de Samuel, con la voz quebrada. Mientras los carabineros allanaron el domicilio, Anthoni Torres Toro, el adolescente Diego y Juan Bautista Torres Torres, padre de los niños, fueron inmovilizados. En el patio delantero y tendidos en el suelo boca abajo, apuntados con armas y maniatados con precintos plásticos de seguridad. Ahora su hijo vive con cinco perdigones incrustados en su pierna izquierda, uno de ellos a milímetros de la rótula, otro muy cerca de su arteria femoral. Es uno más de la larga lista de niños, niñas y adolescentes mapuche que han sido agredidos por las fuerzas de seguridad del Estado chileno.

Los Torres Toro viven desde hace dos años en el Lof We Küyen, sector de la Comunidad Juan Antinao en la comuna de Ercilla. Es un lugar de difícil acceso, con senderos que se hacen barro por la lluvia constante de la región y rodeado de plantaciones forestales de eucalipto. Llegaron allí en un proceso de recuperación de tierras que pertenecían a sus antepasados. Guillermina Toro, de 45 años y madre de nueve, relata el episodio con recuerdos que se diluyen por el golpe emocional. Su voz se ahoga y entrecorta el relato. No era primera vez que Carabineros ingresaba a su hogar sin previo aviso: "Pasaron por un camino por aquí, corriendo como en una fila, corriendo y disparando, corriendo y disparando. Al que tocaba, tocaba, dice".

Samuel, su madre y sus hermanas fueron trasladados en un vehículo policial y luego en ambulancia hacia el hospital de Angol. Torres Torres y sus otros dos hijos fueron llevados en un blindado a la comisaría de Collipulli, a 13 kilómetros del lugar. Nunca se les informó la razón de su detención ni les fueron leídos sus derechos. Al niño se le informó que sería investigado judicialmente mientras era atendido en el recinto hospitalario, quedando bajo vigilancia de Servicio Nacional de Menores (SENAME).

Según documentos oficiales que el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) ha presentado ante el Poder Judicial, al menos 133 niños o adolescentes mapuche han sido vulnerados de múltiples formas por parte de Carabineros de Chile y la policía civil entre 2011 y lo que va del 2017. Cifras que solo incluyen los hechos denunciados, pues según el propio INDH hay un número indeterminado de casos que nunca conocen la luz pública y se pierden en los campos y bosques del sur de Chile.


La Araucanía es el escenario de un conflicto iniciado hace 400 años. Desde las fracasadas campañas militares emprendidas por España hacia el sur del río Bío-Bío, pasando por la guerra de recursos y exterminio reconocida oficialmente por el Estado como la “Pacificación” en el siglo XIX, el pueblo-nación mapuche continúa enarbolando banderas de autodeterminación política.

Sebastián Silva Balcazar y Yasna Mussa en Kaos en la red

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