martes, 2 de junio de 2015

la casa de enfrente




Fue en mi infancia un caserón de dos plantas medio derruido con patio de cantos, corral y bodega. Las habitaciones de la fachada al Cristo lucían ya las vigas desnudas, sobre las que jugábamos  a recorrerlas desafiando el abismo. Recuerdo negras chimeneas, el semisótano gigante de la bodega, un porche herrumbroso con motos aparcadas, un leñero. En frente, en Las Nieves, estaba la tienda de Severo, con sus blancos bacalaos salados colgados y las cubas de los arenques en el suelo; y en El Cristo, la fragua del Turuso, donde recogíamos mocos de herrero para el portal de belén. Y en la otra esquina, aquella enorme casa de piedras encaladas en la fachada de María la madrileña, donde escondíamos el pañuelo.

Durante la construcción de la nueva casa, nos divertimos innumerables días en los montones de arena y, en sus enormes habitaciones aún vacías, construimos chozas de cartón y madera. Y después se convirtió en lo que se ve, una horrenda casa con la fachada sin terminar que contenía una empresa textil un tanto desorganizada y caótica distribuida en tres plantas: oficinas y almacenes en la planta baja, el corte en la segunda, y el taller y la plancha en la tercera. Se habían dejado como recuerdo los talleres que daban al corral, con las máquinas tricotosas en el de la planta baja.

Su vida acabó en un incendio una noche de cohetes. Recuerdo a la gente sacando telas mojadas, vigas retorcidas, negro mojado y aquel olor.

Estas fotos de noviembre de 1971 son un regalo de mi hermano Javier. Gracias.
En la última foto, muy interesantes los coches aparcados en la calle del Cristo empedrada: el Tiburón, el MG de Segis y un seiscientos.
La prima Isa me comenta que en la habitación del corte de la vieja casa se hacían banquetes familiares.

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