domingo, 2 de noviembre de 2014

de trinidad a sancti spíritus



Mientras Beni descansa, voy a dar una vuelta por Bolívar y Martí hasta el Parque Céspedes. Hay escuelas, dos bibliotecas públicas y una librería con libros en pesos (unas ochenta pesetas el libro) y en divisas (unas mil pesetas). También hay un mercadillo y mucha vida: niños del cole, colas del shopping, viejos con sombreros de ala ancha, bicitaxis.

Cuando vuelvo a la casa ya está preparado el desayuno : zumo de mango, café con leche, pan y mantequilla. Después recorremos las calles periféricas. Saludamos a Rob en la Escuela de Arte Beni Moré. Nos pinta una de sus obras directamente en el cuaderno. Trabajo con materia: telas encoladas, café, colillas, papel higiénico. Lo que más me gusta es lo que hace olvidándose de los turistas.

Nos ofrecen un microbús a precio de Viazul para ir a Sancti Spíritus, recogiéndonos en casa. Aparece con una furgo llena de trabajadores cubanos, un cacharro sin aire acondicionado. Esto no es lo hablado, la avaricia rompe el saco. Así que nos llevan a Viazul, pero se quedan con macutos, pasaportes billetes de vuelta y mi cuaderno.

El viaje se hace agradable y bonito. La sierra y el Valle de los Ingenios. En Sancti Spíritus pillamos una habitación en Los Richards, con desayuno y recogemos nuestras pertenencias, que ya están aquí.

Es una hermosa ciudad de unos 80.000 habitantes, de las fundadas por Diego Velázquez, agradable, limpia y cercana. Pero lo mejor es que no tiene turismo y uno puede acceder a la vida común de los cubanos y pagar en pesos. Sin trapicheo ni fulas.



Cenamos invitados a una caldosa en una fiesta de barrio del CDR. Me regalan paquetes de tabaco de Aromas y Titanes para pegar en el cuaderno. La gente toma el fresco en las puertas de sus casas, los niños juegan en la calle. Con doce años ya se cogen de la mano como novios. Las tiendas y restaurantes son en pesos cubanos. Puedes comer por 22 pesos, algo menos de un dólar. No se ve ese afán robelio.

Las casas están recién pintadas con colores intensos. Las calles están limpias. El río Yayabo también le da su punto, pero también muchos mosquitos que se hacen con Beni. Nos embadurnamos de repelente en el Kiriki y subimos a la habitación.


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