domingo, 29 de diciembre de 2013

historias de navidad (4)











Nacemos desnudos. En realidad deberíamos vivir desnudos (no lo digo literalmente, sino en términos de honestidad y franqueza). He visto cientos de personas sobre las losas, y ocasionalmente veo una mujer que aún es hermosa y eso es muy muy impresionante. Tiene un impacto muy fuerte porque está uno mirando les restos de una vida humana, o la evidencia de lo que fue una vida.
Me quedé cuatro días adicionales en la Ciudad de México, cuando estuve haciendo la imagen del "Hombre de Vidrio" porque no lograba encontrar el cuerpo que requería. Cuando llegan los cuerpos traídos de la calle, existe la duda de como murieron. La gente de la calle puede encontrarse hasta días después de haber fallecido, lo cual dificulta encontrar la razón de su muerte.
En sus camionetas blancas, los conductores de la morgue hacen recorridos diarios para recoger cadáveres. Cuando los encuentran, los lanzan sobre la camilla boca abajo. Sus narices se rompen en ocasiones, apilan hasta seis cadáveres uno encima del otro, algunos bastante inflados. Se les toma su identidad, se les retira su ropa y se les registra.
Al quedarme en la Ciudad de México, intuí que algo iba a ocurrir. Me pasaron una llamada telefónica de que habían recogido a cuatro hombres, en la última ronda del último del día antes de partir. Me dirigí al hospital con mi interprete y me fui a tomar fotografías. Uno de los muertos había sido atropellado por un automóvil, y no estaba en muy buenas condiciones. Otro de los hombres era muy mayor, no me resultaba. Otro más había muerto de las cuchilladas recibidas. Los camilleros cuidaron de que no se les rompieran las narices, por tratar de ayudarme. El último de los cadáveres, era de un punk que visualmente no me resultaba muy interesante.
Para algunas personas la evidencia de su alma esta allí o no, a la hora de la muerte. Por eso cuando vi a este último de los cuatro cadáveres, dije, con este me quedo. Esto era alrededor de Navidad, y los mexicanos estaban afuera celebrando y preparándose para las vacaciones.
Allí estoy en una habitación con ese cadáver. Lo estoy tratando de posar, le coloco un pescado en sus manos a manera de elemento visual, tomo una lectura de la luz y procedo a tomar unas fotografías solo como registro. Pido que procedan con la autopsia que le hacen a los cadáveres. Tan pronto como le hacen la autopsia comienza a cambiar. Él está en la mesa, y comienza a transformarse. Me doy la vuelta para hablar con mi interprete, un hombre muy inteligente, y ambos hemos visto lo mismo. Y me dice "le están haciendo el juicio, en este momento". De repente deja de ser un punk. Delante de nosotros sufrió esa transformación en la mesa de la autopsia. Les pido a los técnicos que no lo laven, que le dejen toda la sangre que provino de la sutura. Generalmente abren la cabeza y retiran el cerebro. Algunas veces colocan el cerebro en su sitio, en otras solo colocan una toalla de papel, o tal vez las "Ultimas Noticias" para mantener la forma de la piel. En esta ocasión colocaron el cerebro. Cuando estaban manejando la masa encefálica de un lado al otro, dije: "Mira ese cerebro, puede ser que haya contenido pensamientos de maldad, y como ha sido juzgado, ahora ya tiene una presencia distinta".
Cuando me lo regresaron, lo coloque en una silla y le tomé unos retratos allí sentado. Luego me pasé con el una hora y media hasta que se vio como San Sebastián. Se miraba como una persona que tenía elegancia. Sus dedos, lo juro, habían crecido como un cincuenta por ciento. Se veían elegantes. Eran los dedos mas alargados que le haya yo jamás visto a un hombre. Parecía que deseaban alcanzar la eternidad.


Joel-Peter Witkin. Hombre de vidrio

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