domingo, 1 de diciembre de 2013

desayuno con cartones

Los grandes artistas llenan las casas de los ricos y luego los museos de obras sublimes que demuestran la capacidad del hombre. También están esos artistas cotidianos, que embellecen la vida y nos meten en el mundo, haciéndolo más cercano a nosotros, más posible. En las obras de ambos me conmueven los rasgos de ese estado de emocionada excitación que proporciona la búsqueda encuentro. Los chorreones del Guernica, los pegotes en la cerámica, la acuarela que se sale de la línea, la belleza de la imperfección, lo que de humano tiene el artista. Ahí incluiría el sonido de los trastes, una tos en la canción o una nota que se va y llega a formar parte de la melodía, un bollo en un jarrón, un nudo en la madera. una mancha en el cuaderno... en fin todas esas cosas que nos recuerdan lo que somos y lo que no somos.
Por eso no me gustan los dibujos informáticos y disfruto de los cuadernos. Por eso me gusta Philippa Rice y su vida de cartón, y toda la gente que llena de frescura la vida.

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