domingo, 10 de marzo de 2013

segundo día en buenos aires



Esta mañana toca pasear por el barrio, pues es domingo y esto se pone como el rastro, pero más tranquilo. Desayunamos en el bar de enfrente y nos metemos en el mercado callejero. Hay que ver la cantidad de trastos alucinantes que hay en el pasado de los bonaerenses. Aquí tienen un pasado más gringo por así decirlo: sus antiguos refrescos y publicidad, cochecitos menos romos, la Baby, la cámara de baquelita de los niños que nacieron al final de los cuarenta (nosotros tardamos mucho mas en tener cámara)… en resumen que se nota que no hubo ese corte y vuelta atrás que en España tuvimos con la Guerra Civil y el franquismo y se entrevé una infancia más feliz y para más niños. Es hermoso averiguar ese pasado de puesto en puesto, ilustrado alguna vez por el dueño. Paso mucha envidia, pero no hemos venido a Buenos Aires de compras.



La plaza de Dorrego, que ayer dejamos llena de terrazas, está ahora plagada de puestos de verdaderas antigüedades y también toda la calle Defensa, que paseamos hasta El Británico que, felizmente, sigue en pie, aunque lo lleva gente más joven. Nos bebemos allí una de a litro mientras lo dibujo. Hay mucha gente. Comemos en frente, en el restaurante “Del Establo”, casi todo es cerdo, así que pedimos lomo de ternera (que no falla) con una salsa de champi y papas en salsa de nata. El lomo impresionante.

Paseamos por el Parque de Lezama que fue el jardín de una casa particular. La casa es ahora el Museo Histórico Nacional, y en él se encuentran los increíbles campos de batalla del pintor Cándido López (por cierto: hay una película documental de 2005 sobre este tema). Allí también está la iglesia católica ortodoxa rusa, con sus cúpulas azul cian.


Bajamos atravesando el dique 1, la dársena sur y el casino para llegar a la Costanera Sur, donde hay un Parque Natural reserva de aves. Cuando llegamos todo el mundo sale con las bicis. Preguntamos. Parece ser que con la crecida del Paraná vienen los camalotes (plantas) con vívoras agarradas a ellos y es muy peligroso. Paseamos pues por el parque. La temperatura es primaveral. Al sol calorcito y a la sombra fresco. Las chicas están en bikini tomando el sol en el césped, como si fuera una piscina, y ellos en bañador jugando a las cartas y voceando como en un chiringuito de playa. Aquí la gente no se corta un pelo. Paseamos por el nuevo parque Virginia Bolton (una anarquista rosariana del siglo XIX) que ha nacido de la especulación. El proyecto de rehabilitar los viejos edificios de ladrillo oscuro de Puerto Madero, ha quedado en que estos se han convertido en la UCA (Pontificia Universidad Católica Argentina) y se han construído mogollón de edificios más con bares, comercios y viviendas, con lo que la parte más bonita, que aún mantiene las grandes grúas del puerto, no se visita porque es la universidad y los centros de ocio son completamente nuevos, horrorosos, mucho cristal y metal. También se ha salvado el antiguo molino de harina, pero creo que no tiene uso. Vamos al otro lado del dique y visitamos el nº2, el de la universidad, con sus viejas grúas, hasta el edificio de las aduanas.

Nefasto edificio de la Armada (edificio Libertador, para más inri). La Casa Rosada, anaranjada con el sol tan bajo, La Plaza de Mayo con pancartas y reivindicaciones de justicia y memoria. Cogemos la calle Defensa que está llena de artesanos, pintores y músicos, muy entretenida. Bonita calle adoquinada que llega hasta la Plaza de Dorrego, de donde partimos. Hablamos con una pintora que me gusta. Pinta siempre el Bar Dorrego, con distintos clientes y luces distintas, a veces escenifica situaciones inventadas. Me gusta que todo su mundo se encierre en un bar, un bar tan chulo.

Camisetas con figuras de fieltro cosido, bolsos pintados y cosidos a mano, pulseras hechas con tenedores de alpaca, muñecos de trapo y botones,… hay buenas ideas. También antigüedades y músicos que cantan suavesito, suavesito. Nos enganchamos con tremenda marcha de percusionistas brasileiros y todo el mundo bailando, tan fuerte que agarra. Plaza de Dorrego, El Café del Árbol con jazz en vivo y los puestos levantados. Lo que anoche fueran terrazas y esta mañana mercadillo, es ahora baile popular de tangos, enternecedor bajo las bombillas de colores. Bailan sobre tablas a Gardel, las cabezas siempre juntas y las mujeres contorsionándose y haciendo piruetas alrededor del abejarruco macho (poner voz de Félix Rodríguez de la Fuente), unas manos pegadas y las otras en la espalda de la pareja. Nadie lo baila igual pero sí parecen sentir lo mismo, como un arrebato por lo que se está perdiendo y no querer.

Dos choripanes para el cuerpo en la parrilla del exfutbolista. Luego una cerveza en Pedro Telmo, con el camarero sonado, ido. Las percusiones brasileras se oyen por las calles lejanas. Un camarero se enfada porque no le dejo propina, y es que me ha cobrado una de medio litro al precio de las grandes, que le den. Nos acercamos al hotel en la esquina unas chicas bailan. Nosotros ya hemos tenido suficiente ración. Aunque despacio, llevamos todo el día paseando y va siendo hora de tener una charlita con el catre.

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