jueves, 31 de enero de 2013

más tiempo para arequipa



A las siete ya está barriendo la señora. Esto ya es otra cosa: fresquito por la noche, nada de mosquitos, un poco de verde y montañas en el horizonte. Hemos recorrido Perú por la costa y no hemos visto más que desierto y mosquitos. Echábamos de menos el clima de Los Andes. Arequipa es un punto intermedio entre la costa y éstos. Las lluvias nos han cambiado los planes de entrar por Ayacucho a Cusco, ver el Machu Pichu, Arequipa, Puno y el Titicaca. El nuevo plan nos lleva directamente a Puno y entrar en Bolivia.



Después de un buen desayuno en la terraza, dedicamos la mañana al convento de Santa Catalina. Si venís, no os asustéis por el precio, lo merece. Estas monjas de clausura, hijas y viudas de ricos, se había montado toda una ciudad tranquila llena huertas y geráneos. Una verdadera maravilla, dan ganas de coger los hábitos. Estancias abobedadas encaladas en nuestros colores añil, rojo y blanco. Todo de piedra de sillería y todo lleno de macetas. Pequeñas calles, patios, huertos, celdas con fogones de piedra y pequeños patios. Una granjita de cuyes. Retratos de las monjas muertas con un buen mostacho.


Comemos cuy en la plaza y tomamos café en La Compañía. La camarera, brasileña, vivió cuatro años en Madrid (en La Latina). Con una arequipeña nos ponen una tapa de retostadito y luego un pisco sour. Con el pisco nos ponen el partido del Real Madrid-Depor, que gana el Madrid 2-0. Nos resulta tan relajada esta ciudad que da pena dejarla. ¡Y vaya atardecer que se nos presenta por el mismo precio, lo mejor de Arequipa en este claustro!

En la parte costera del Perú, que hemos visitado, hay cierto desprecio a lo indígena. Sólo supone cultura, artesanía, para vender al turista. Las personas rallan la mendicidad y tienen los peores sitios para vender. No son esos personajes dignos que caminaban como dioses en Ecuador.


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