viernes, 7 de septiembre de 2012

últimos paseos en mumbai y el tren





Llueve muy fuerte. Oigo pájaros al fin, y no sólo los graznidos de los cuervos. El sol pega fuerte. Mi piel oscurece y me crece bigote. Ellos tienen el pelo muy liso y negro. Son lampiños en general, sin fuerza en las barbas y el bigote. La nariz se hace gorda en la punta, no tanto como los negros africanos. Los ojos muy grandes. Los niños no parpadean, tiene los ojos como platos. A ellos y ellas les pintan esas rayas negras que resaltan el blanco. Hemos gastado 150 euros en cuatro días, y eso que el hotel es caro.

Hoy cogemos el tren a Goa. No nos quieren guardar las mochilas en recepción. Vamos a la estación a dejarlas. Es un hormiguero en plena actividad. Después paseamos por Crawford Market, un edificio precioso de ladrillo y techo metálico con arcos neogóticos de punta con piedras alternando blanco y rojo al más puro estilo árabe. Tiene cuatro naves y, en un extremo, una torre con un reloj de aspecto nórdico. Los turistas tienen que hacer la visita acompañados, según reza un cartel. Nos acompaña un señor con gorrito de sobre y traje blancos de funcionario. Envuelven los mangos en papel de periódico. Niños dormidos sobre la fruta. La tiendas son pequeñas, con los suelos acolchados donde los dependientes despachan sentados. La parte exterior está llena de barro y huele a podrido. El guía nos dice que aquí se hace la venta al mayor. Comemos en una terraza enfrente de Victoria Station. Una especie de pisto picante con cilantro que pica que rabia, con pan untado de mantequilla. Beni sólo come pan (pica mucho) y una Pepsi. Las vueltas las ponen en un plato con cominos, que le dan su olor a los dedos.

Cerca está la Keneseth Eliyahoo, una sinagoga ortodoxa en un edificio azul celeste de finales del XIX. Una chica nos pregunta si somos judíos y le decimos que cristianos por no alejarnos demasiado (yo era pollo, según un camarero del Egea). Nos ponen un bonete y nos enseñan su interior lleno de columnas y candelabros iluminados por las luces de colores que filtran sus vitrales. Luego nos acercamos al Bazar de los ladrones, una transformación graciosa de bazar ruidoso, cambiando shor por chor, y muy justificadamente. Típico mercado musulmán de pulgas donde se puede encontrar de todo.

Encontramos a la niña otra vez en el mismo sitio. Le compro algo en el quiosco. Nos despedimos. Volvemos al Olympia para llamar por teléfono (en la fachada hay un teléfono público). Hoy nos comemos el pollo biryani, con arroz, que es la modalidad que nos falta. Distinguimos verduras, mantequilla y algo como el yogur. Bin Laden está enfadado.

En el Jardín de la Paz, todo está lleno de carteles preciosos pintados a mano de temática espiritual y yoga. También un circuito de ponis para niños. Vamos a un coctail-bar absolutamente pijo, junto al hotel Taj, para ponerles un pino con todo el glamour de Bombay. Camino de la estación, disfruto de los carteles hechos a mano y descansamos en la terraza con ventiladores del McDonalds, donde dibujo gente.

Literas 33 y 34, nos dicen. Son las de abajo. Llega un musulmán y se quita el blusón y los calcetines. Yo me los puse recién comprados en luxury toilet. Aparece una pareja de franceses estirados. Un chaval descalzo reparte massala milk. Mato unas pequeñas cucarachas polizonas con los zapatos, demasiados seres para sólo ocho camas. Pese a todo, dormimos de un trirón.

El sol quiere salir detrás de las montañas y la niebla que nace en las cuencas. Descubre un paisaje verde intenso sobre tierra roja. Sería todo más bucólico si no fuera por este abuelo descarado rompiendo violines con el trasero. Se oye el pregón coffe, massala milk con esos bidones plateados con grifo. Si todos van descalzos, nosotros también.

2 comentarios:

  1. Nunca fui à India, mas é um país obrigatório. Os desenhos e o texto preciosos, claro.

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    1. Además en Goa son casi paisanos tuyos. Saludos Eduardo.

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