domingo, 15 de julio de 2012

camino de santiago: de güemes a santander



Hoy, premio al mejor desayuno. La señora se ha pasado. Nos ponemos gordos y el camino se hace más pesado. Menos mal que hoy no hay dificultad y son menos kilómetros. Cambiamos el recorrido para no ir toda la mañana por carretera. En Galizano (4,5 kms., más pintadas de caja mestafa) giramos hacia la playa de Langre y cogemos un sendero de hierba sobre los acantilados. Brisa fresca, camino mullido e impresionantes vistas. Acierto pleno. Una extraña y agradable sensación atravesando el campo de helechos y el paso por la bonita cala de la playa de Los Tranquilos. Acabamos en la playa de Somo, que recorro descalzo. Toni tiene dos ampollas en los pies, y anda como el Chiquito. En el embarcadero de El Puntal almorzamos unos pinchos de jamón con pimientos y chorizo que nos pone Marta, en el quiosco La Mar Salada.
Cogemos la barcaza a Santander (2,5 euros). Nos sentamos delante, pero el agua nos moja y nos metemos. Alguien señala la enorme casa de Ballesteros y, enfrente, la de su suegro. Paramos en Pedreña y después en Santander. Ellos se quedan a comer, yo no tengo hambre con tanto desayuno, los pinchos y un helado que me he zampado. Me voy a Estudios Zarauz, de cutres apartamentos y recepcionista ursulina.
Mientras los chicos duermen, doy un paseo por Santander, de la que tengo una idea prejuiciosa de pijota, de mucho paseo para ver y ser visto. En el Café La Viña muchos abuelos de punta en blanco. Dibujo el edificio de los bomberos, mientras un señor con casco y sin ganas de volver a casa me cuenta historias de la villa. Me meto por San Luis, donde quedan algunos fósiles como el Bar Valdepeñera, que abre en diez minutos. Un señor completamente rojo y a punto de volcar, espera impaciente. La rancia biblioteca Menéndez Pelayo, el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo con las paredes abarrotadas de fotos y cuadros. El habanero Adrian Melis trata de hacer productivo el sistema improductivo rescatando los sueños de los que se duermen trabajando: Tenía un hija con mi jefa, ella me dice que tengo que mantenerla o nos echarán a los dos. Siempre me quedo dormido en el tractor. Las computadoras caminaban. Compré un vestido nuevo que me envolvían en una caja de cartón.
Quedo en El Sardinero. Familias apañadas con los niños vestidos de marineros. Zapatillas náuticas. Disfraces de bodas. Esto no parece muy recomendable y vamos al tramo del Ayuntamiento. Por allí cenamos a base de raciones. Las setas, lo mejor. Un mojito mientras se hace resumen. Ellos vuelven mañana. Volvemos paseando mientras se recogen los bares. Con los pies llenos de ampollas, Toni sigue haciendo bromas acercándose despacio y felizmente al final.

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