lunes, 7 de mayo de 2012

a nanjing (南京)


Agradable paseo mañanero oyendo los pájaros y viendo la agilidad de los abuelos haciendo gimnasia. Cojo un taxi a casa de Nieves y le dejo las llaves al portero, enseñándole su tarjeta.

La sala de espera es mayor y aún mayor el tren que va a Beijing. Son ahora miles los chinos que corren a sus asientos. Lían mucho cambiándose de asientos para estar juntos. Por eso uno entiende que nos tiene que ceder el asiento para viajar juntos también nosotros. Atravesamos el pantanoso delta. Las vías, en alto, atraviesan las lagunas. Paramos en Suzhou. La azafata nos vende el mapa de Nanjing (me parece una buena idea vender mapas en los trenes). Nos bajamos los últimos y nos quedamos en la ventanilla para comprar el billete a Qufu (se lee chufu). He hecho una chuleta para la ocasión. La fecha y Qufu en chino, una luna y una litera. Dos. Se parten el culo de la risa, pero allí aparecen: dos boletos para mañana a las cuatro de la tarde. 82Y, barato.

Estamos en Nanjing, la capital del sur. Fue la capital de China en diversas épocas. Paseamos rodeando el lago. Demasiado calor. La gente va disfrazada en plan Dinastía Ming. Dragones, caballos, soldados, mujeres y algún mono sabio, con el que habla un hombre vestido de Fumanchú. La isla interior es chula, con estanques llenos de peces y puentes. Esa forma especial de hacer jardines. La gente retoza en la hierba y hay hasta tiendas de campaña montadas. Un soldado medieval y una mujer tienen los pies metidos en el lago.
Atravesamos la aparatosa puerta de la muralla de la ciudad antigua hacia el Hotel Jiangsu, que resulta ser un rascacielos de tropecientos pisos. Ellos ponen una cifra en la calculadora y yo voy bajándola hasta que estamos de acuerdo. La habitación está muy bien, en la planta 26. Anochece sobre la Montaña Púrpura. Beni se duerme. Dibujo esta hermosa vista de la ciudad, que empieza a encender sus rótulos, el lago y la montaña.
Paseamos por el centro. La Manzana de 1912. Tiendas americanas de comida rápida, caras y malas, y algunas copias. Entramos en el Mamabe. No sé lo que pido, pero nos ponen unas tripas raras (que yo creía que eran setas) con judías verdes sin cocer y una tempura recalentada. Una mierda de sitio. Volvemos con una taxista muy guapa.
Ya en la habitación, empiezan a subir chorros de luces rojas que estallan en el cielo, iluminando el lago. Explosiones sordas tras el cristal. Bombas de colores. Nanjing se ilumina.

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