domingo, 31 de julio de 2011

en vías de extinción


Paseando por el barrio, en Madrid, oigo el sonido odioso de una radial, augurio del desastre.
Los Nogales era un bar de barrio de esos que tienen los churros dibujados en el cristal de la puerta y los vecinos jugando al mus. Desde su puerta de Santa Isabel se veía toda la bajada hasta la Plaza de Lavapiés. Ahora los cristales están tapados con blanco españa y dentro lo están desguazando.
Cada paseo que doy me trae una baja. La última fue la del Camacho, en Embajadores. Otro bar de barrio donde el dueño se ha hecho viejo. Su fachada sigue teniendo esa cerámica chula en blanco y negro, y dentro se va acumulando la porquería. Aún recuerdo al camarero con una bola enorme en la nuca.
Mis cuadernos de Madrid, llenos de bares y cafeterías, se van convirtiendo en una manifestación macabra de desaparecidos, donde las desconsoladas madres llevan las fotos de sus hijos, que el Estado mató amparado en su propia ley.

muchos gallos para un corral


















Y ya viejunos. Las gallinas van a perder la cordura. ¿Quién nos guiará?
Saludo a Bruno, que se llama José Antonio, y me dice que se la recen, que parece una tontería pero es lo único que funciona. En Los Arcos está Marce comiendo pipas. No me ha conocido con esta barba de chivo, sólo por la libreta. Pienso que mi libreta se está haciendo famosa y ya no voy a poder dibujar a nadie. Su hijo está de camarero. Y tengo otra hija con dieciocho años, nos vamos haciendo viejos. Por aquí sólo se ven hijos de hijos, seguro que ya de Madrid.
Por la noche hay una actividad tipo Pinar del Río: Concierto de la Asociación Folklórico-Cultural "Virgen de la Antigua de Mestanza". Beni se anima. Un montón de guitarras y bandurrias y la Jesi cantando. Así no se puede competir con Santiago y sus conciertos de Zaragoza. Aun así, los dibujo. ¿Qué puedo perder ya en este pueblo donde ya no soy más que una libreta?



Los piojos eran valiosísimos, pues se habían convertido en algo tan útil para dar fe de nuestra insignificancia como lo son las joyas para dar fe de eso que llaman éxito.
Paso el tiempo leyendo a Genet. Diario del ladrón. Había olvidado lo bueno que es. Lo que es escribir sin miedo, sin ningún traje estúpido. Cómo sacar de la vida lo bello, aún entre la mierda. Esa belleza inocente allí donde todo es violencia. Recuerdo ver un corto suyo (creo que el único que filmó) llamado Una historia de amor. Ese amor miserable de las cárceles y los urinarios, ese amor sucio y resplandeciente en las situaciones más adversas. 

sábado, 30 de julio de 2011

feria de mestanza




Juegan al que no me pillas a que no me matas. No hay médicos ni hospitales para toros y son ellos los que acaban peor. La gente se divierte. Los jóvenes beben y tiran las latas al suelo. A pesar de la sangre, huele a cerveza. Salgo a ver los del cantón. El cartel está mejorado con un marco, estampas del santo y otros fetiches animistas y paganos. Francisco tiene una muleta hecha con una vieja colcha. Todo el mundo saluda y ríe sin piedad (en la foto: Alejandro y Maxi). Hago una foto a los maestros en el callejón. Son unos críos y el tamaño de los cuernos está en sus caras. Creo que todos, excepto los toros, saldremos de ésta.

viernes, 29 de julio de 2011

trasiego

Madrid, Almagro, Bolaños, Mestanza.
Mi tren llega hasta Badajoz. El cruce de tanta gente que camina en todas las direcciones me aturulla. Siento que la estación bulle como una olla. Encuentro una salida en la puerta trasera de una bar. Fuera hay una terraza llena de azafatas que hablan de su estupendo trabajo gracias al nivel de exigencia de sus jefes. Me siento en una silla que parece ha sido colocada para mí. Me fumo un cigarro mirando un grupo de turistas rubias. Una de ellas se rasca la barriga mientras habla por teléfono como si estuviera en casa. Saco un libro de Kafka y leo: El alboroto de los conejos que corretean delante de la cabaña. Me levanto a medianoche y veo algunos de los conejos sentados delante de la puerta. Sueño que oigo declamar a Goethe, con una libertad y arbitrariedad infinita.
El tren llega a la vía. Me calzo la mochila y subo al hueco de la puerta que acaba de resoplar. Siento en los tobillos la caricia suave de los conejitos blancos de Franz. Una mujer rompe a llorar: ¡Me han robado la cartera! ¡Me han robado la cartera! ¡Llevo mucho dinero! El matrimonio se bloquea, entonces le paso el teléfono que aparece en la trasera de mi tarjeta para que llamen. La mujer dice al aparato: ¡Se han llevado todo, todo,todo! Olvidan las gracias. Cada diez minutos el tren se para. Hay un problema de señales, dice el revisor a la gorda de Almagro.
Mi madre está dormida. Riego las plantas. Vamos a la huerta, Tranqui salta de alegría. Cogemos calabacines, guindillas y huevos. Nos comemos un pepino con sal y cerveza bien fría debajo de la parra. Tranqui no se cree que pueda estar de vuelta. Hace fresco y apenas hablamos. Nos tomamos unos caracoles en el parque y pisto donde Floren.
Mi madre ya está despierta. Canto solo en el coche mientras voy a Mestanza. Beni salta de alegría, no se cree que pueda estar de vuelta. Y ahora en el patio, oyendo los viejos pasodobles de la verbena, yo tampoco.

miércoles, 27 de julio de 2011

mali, burkina y el país dogón en lavapiés

Paseando por Lavapiés, veo una tienda que llama mi atención. Venden artesanía africana a justiprecio. Una mujer muy agradable me explica que son una asociación cultural llamada Angata, con un circuito en estos países de contactos con artesanos y artesanas, cuyos productos tienen difícil venta en sus pueblos. Los beneficios se revierten en proyectos contra el sida, pozos de agua y la economía de los propios artesanos.
Me deja dibujar sus máscaras y figuras, y me cuenta de dónde son, qué significan, cómo se usan y hasta el nombre de los artesanos o artesanas si los han hecho para ellos. Me pregunta por mi interés y yo le digo que prefiero estar allí dentro que en el Reina Sofía.
Prefiero estas obras útiles a aquellas grandilocuentes con firma. Creo que tienen algo que nosotros hemos perdido, aquello que se pierde cuando aprendemos a dibujar y el modelo es nuestro maestro, como decía mi alcoholizado profesor de pintura.

Os recuerdo que hoy a las 20:00 h. en el Museo ABC de ilustración, en la calle Amaniel de Madrid, se inaugura la expo de los cuadernos hechos en DibujaMadrid y algunos cuadernos de viaje de Alfredo, Enrique, Gusti, Jorge, Toña y este pobre peregrino. Hay copa de gañote. Nos veremos.

abc

adiós pamplona, adiós







El mendigo que busca una botella llena en la papelera, la china del García que hoy no estal simpática y sus abuelos de 0,80 el vino, el limpiador de la coleta, dos mañas de igual camiseta, esa chica tan alegre que me pone una bola gigante de helado de mantecado por el mismo precio, el patrono que me da los buenos días desde la ventana de enfrente, cuando tiende las sábanas, los guiris y sus toros, el doble de Mario y el de Pepe Robles, los cuatro músicos franceses y la chica enclenque que llega tarde, el checo rojo de vino y sol, el conductor del autobús que acelera refunfuñando para llegar al tren, el ecuatoriano que prengunta¿por qué me ignoras?, las adolescentes que se suben al tejado de las caballerizas y los chicos torpes que las espantan, los que se besan en los bares, los que se tocan sobre la hierba, la que tapa con la rebeca sus pezones congelados, el guardián que me deja todo el patio para dibujar, los muertos resucitados de San Cernin y San Cernin, que lleva el acento escondido por si acaso él también acabase en la olla, el dominicano de la radial, la camarera más simpática del mundo y el pijo cincuentón que la persigue, los abuelos que ven pasar el tiempo sentados en el Castillo, San Francisco y su lobo, y esa que quería dibujar como yo, y los peregrinos del Café Roch, que me invitan, y Laly, y César en Barcelona, y Antonio y sus dichos, y la mujer con la caja pequeña de vasquitos y nesquitos Goya, y toda la cola del horno Beatriz oliendo a magdalenas, y a morcilla con compota de manzana, y a acelgas con crema de setas y lechezuelas con pimientos*... Todos desfilan por el pasillo mientras cierro los ojos con el traqueteo del tren.

*Los mejores pinchos hoy en Baserri, en San Nicolás 32

martes, 26 de julio de 2011

a pamplona hemos de ir






Los turistas se han traído el reloj de Guirilandia y ya están despertando a la gente bien tempranito. Viajan con reloj y obligaciones. ¡Qué maneras!
El famoso Café Roch no abre hasta las doce, así que desayuno en una pastelería en Sarrasate. Los azucarillos son, en casi todas partes, de plástico. Vamos para atrás, no consolidamos.
Hoy es fiesta y la gente va vestida de domingo. Voy a pasear por los parques para salir del agobio del casco viejo. Veo que son parques nuevos, con árboles no demasiado viejos, colocados con un fin decorativo. Rodeo la Ciudadela: arces, castaños de Indias, pinos, abetos, abedules, plátanos, fresnos, olmos, prunos, aligustres... pero, sobre todo, almezes, un árbol poco usual. Hay muchos árboles pero parece que todo nace de un proyecto, no de una tradición. Después del desastre de la pavimentación de la Plaza del Castillo, parece que sólo han quedado las viejas y preciosas acacias del Rincón del Caballo Blanco y la secuoya del jardín del Palacio de Navarra (impresionante).
Me como una cazuelica de ajo arriero, recordando la de Sangüesa. Éste lleva gambas. Muy rico. Cuando llego al Café Roch (en Comedias), están cerrando. Abrimos a las seis y media.
Café con tarta de manzana (recién hecha, buenísima) en el Café Iruña, que dibujo sin demasiado detalle para no echar el día. Pijos de pelo lamido, forasteros y señoras arregladas de domingo.
Muy agradable la Plazuela de San José, la cara bonita de la Catedral, calle Real, Rincón del Caballo, niñas juegan con niños torpes, rudos, ignorantes. Acacias como templos, curvando sus ramas hacia el cielo como sacerdotisas. Pamplona desde arriba.
A las ocho había un concierto en La Ciudadela, pero no hay nada y nadie sabe nada. Aprovecho para dar un paseo por encima de la muralla como en Lugo. Parejas en el cesped se besan y riñen, se ignoran y lloran. La historia de siempre.
Bajo hasta el Ayuntamiento. Una poli en el cogote y un turista de Logroño me llama artista trashumante. Oigo un saxo. En Mercaderes, un grupo francés toca muy bien. Violín, guitarras, laúd (?) y saxo. Los dibujo y luego ponen sus nombres y firmas: Paulo, Ethiène, Paul, Pierre y Scarole. Me dicen que su grupo se llama Wine dog. Hacen fotos.
Finalmente consigo entrar el Café Roch (fundado en 1898). Me como unos fritos rebozadaos bastante buenos. Los mejores: bacalao, acelgas con almendras y bechamel y el de hongos. Empiezan a cerrar y barrer. mañana lo acabaré.





Veo llegar a los guiris a la pensión. Me siento en la terraza y me pido un café muy muy largo.

lunes, 25 de julio de 2011

pamplona en domingo





Es difícil cambiar ahora el reloj. Nos levantamos a nuestra hora, pero Pamplona está de domingo. Todo vacío, vagamos por las calles que ayer estaban hasta arriba. Busco una pensión más céntrica y barata que el hotel. Están abriendo San Cernin. Me quedo pasmado con las figuras policromadas de la portada. La última fila es mejor que una peli de zombies (y además secuencial): los muertos levantan las tapas de los ataudes, se levantan y caminan pidiendo soma, son enjuiciados por gente de tiros largos y finalmente hervidos en una olla de caníbales africanos. ¡Resucitar para esto! parece decir una señora despechada que no acaba de acomodarse.
La obra cumbre de Ventura Rodriguez desmerece mucho del interior gótico de la catedral. Hermosas narices las de los dormidos reyes de Navarra. San Juan Bautista bautiza a Jesús con la concha de una vieira.
En el Museo de Navarra me impresionan los capiteles del claustro románico de la Catedral, el Mapa de Abountz, las estelas funerarias romanas de Aguilar de Cadés y la talla del obispo mosqueado de Carrión de los Condes, impresionante de verdad.
Pillo pensión en Sarrasate. Está bien pero tiene ese tufo de hidalguía blasonada, de decadencia gótica, que es justo lo que menos me gusta de esta ciudad. Esa madera de roble labrada y las tapicerías de las sillas me huelen a rancio, como los escudos, los vitrales y las corazas. Me recuerdan el despacho de mi padre, de muebles labrados en madera maciza, donde las patas de las sillas acababan siendo de fieras de largas uñas. Y por allí andaba Don Quijote vestido de caballero. Aquella misma caspa burla de Don Miguel.
Como de pinchos en La Comedia. Destacar el de champi con verduras salteadas, riquísimo. Café en la terraza del Iruña, dibujando la plaza. Gente austera semi seca, miran sin ser capaces de expresar. Más simpáticas ellas que, dónde va a parar. Helado en La Turronería, la dueña se enrolla con todo el mundo. Me siento a dibujar a la gente feliz de un domingo por la tarde.
-Mari Ángeles que vais andando y no pensáis ni donde vais.
Todas las calles iguales con el mismo suelo. Balcones y balcones. Música en San Francisco. Puertas bonitas en la Dormitalia y el antro del 54 (Pinturas Olabe y Cía.) de gente joven. Acabo en el frontón cubierto de Labrit. Ceno de pinchos en el Kantxa. Me gusta el ambiente pamplonica, como de barrio. Seco el camarero. Son pinchos de sandwichera, poco elaborados, pero me gusta que se junten familias, abuelos y chavales. La copa me la bebo en La Terraza de Labrit, fumando calentito. A pesar de las chicas del osea rezumando volantes rosas, premio a la camarera más simpática del mundo, a la chica más simpatica del mundo, capaz de apañar un día a este estúpido peregrino.

sábado, 23 de julio de 2011

camino aragonés: de monreal a puente de la reina





Desayunamos en el súper. Se añade con nosotros Pili, de Illueca. Antonio coge valor y también se apunta. Por lo que cuenta Pili, cenaron mejor en el Centro Parroquial. Del albergue ya han salido todos.
Esta etapa es divertida. Tiene muchos pueblos, montaña, bosque, dos ríos (Elorz y Arga) y algunas fiestas. También te da alas que sea la última etapa, puede uno dar más. Vamos por la falda de una cadena paralela al río Elorz, en plan rompepiernas, arriba-abajo.
En Guerendiain, un pueblo tranquilo de cuatro casas, bebo en la fuente de la Paz. Pillo a los abuelos llegando a Tiebas, en un tramo rompepiernas, pero allí me apreto un bocata gigante de panceta y me vuelven a pillar. Espero casi una hora a que Carlos llegue y se coma su bocata. De los demás no sabemos nada. Mientras Carlos come, dibujo la iglesia. Un paisano me dice que en El Puente hay fiestas.
En Enériz (ya llevamos 23 kms) se oye la música en la plaza. Me acerco. Hay gigantes y cabezudos, y la gente de blanco con cinto y pañuelo rojos. La Sociedad está a tope. Me tomo unos fritos con cerveza y sigo adelante.
Después de un paseo de arbustos, llego a la ermita románica de Santa María de Eunate. Una iglesia octogonal con la espadaña centrada en el techo. Ocho arcos entre ocho columnas de dos pisos. Bajo uno de ellos, ventana y la puerta que se usa, muy pequeña. El arco de enfrente es un pequeño ábside con el altar. La puerta principal, típica románica, con sus arcos concéntricos de medio punto, profusamente decorados. A ambos lados, dos cabezas barbadas en soguillas como tentáculos de pulpo. Un peregrino me cuenta que es una representación de Baphomet, una deidad cuyo culto se le atribuye a los caballeros templarios.
Aquí ya hay peregrinos del Camino Francés. Me cuentan que demasiado concurrido. No tengo prisas. Dibujo la ermita con su arcada exterior octogonal. Charlo con los peregrinos.
Cuando llega Carlos, la ermita ya está cerrada. Se tumba en la hierba un rato y partimos a Ontanos, donde comemos y bebemos algo. Es un pueblo chulo, de piedra. me encanta la rehabilitación del frontón, respetando su antiguo muro, con un techo de madera curvo precioso. Y no la mole de Monreal.
El Puente de la Reina, un pueblo esencialmente peregrino. Lleno de bastones, macutos y conchas de vieiras.Veo el convento de S. M. de las Huertas y su extraña iglesia de enfrente, de dos naves y con las columnas centradas. En la puerta gótica, un monstruo bien dentado tiene a una señora a medio comer (o quizás a medio vomitar), quedándole sólo de ombligo para abajo de la impúdica dama. Dibujo el puente romano y doy un voltio por la parte vieja, hasta la parada del autobús que nos llevará a Pamplona.
Nos juntamos todos y también Pili, que se despide ya en Pamplona. Ducha. Plaza del Castillo y Estafeta. Cenamos de tapas en Okapi. De todas las ricas tapas, triunfan las manitas rellenas de morcilla, que están deliciosas y no son tan fuertes como su nombre. Cafés en Iruña. La nata de espray. Camarera con mala leche. Los cubatas en el hotel. Zetas, troncos serrados, hiporronquidos huracanados.

viernes, 22 de julio de 2011

camino aragonés: de sangüesa a monreal


Cuatro bajas hoy: Antonio, Lourdes y la pareja de daneses. Hoy la etapa es más divertida, con bosque, molinos, águilas, pájaros y codornices, vacas, viñas (por primera vez), montaña y llano. Y también puertas de madera y piedras colocadas de una extraña manera, a lo Chesterton. Seres del bosque.
Subimos a Rocaforte y seguimos el curso del río con inmensos álamos, detrás de la montaña, a la derecha, molinos de viento. Y es que hace frío, viento frío. Subidas y bajadas con mucho bosque hasta Izco. Un poco antes, las vacas se nos cuadran en el camino. Comilona en Izco, sentado en el frontón mirando jugar a los niños. Valle de Ibargoiti un poco pesadito de tanto cereal. Sin embargo, los dos últimos kilómetros el camino ideal bajo el bosque de robles, blandito, perfecto.
En Monreal, un pueblo de piedra precioso, nos espera Antonio con unos montados en la casa. Invitamos a Pili, que se ha quedado sola. Luego se va al Albergue, donde todos duermen en una habitación grande con camas provenzales tipo enanitos de Blancanieves. La casa es antigüa, muy cuidada. Con alguna morcilla de Ikea. El dueño un seco. Nos damos una vuelta y acabamos cenando en el super-bar-panadería-estanco-tienda de chuches, donde nos dejan fumar con los cafés y los pacharanes. Ya pronto, me pongo a roncar.

jueves, 21 de julio de 2011

camino aragonés: yesa no




Cuando me levanto por segunda vez, sólo quedan nuestras botas en la estantería y las zapatillas de los ciclistas. El alemán del pelo largo, que ya es checo, se está haciendo el almuerzo en su cocina de butano. Laly está dormida esperando a su gruñón.
Bajamos un camino solado laboriosamente entre mucha vegetación. Hay carteles para conocer los nombres de los árboles. Abajo un camping y la pequeña ermita de Santiago, con la típica portada románica de arcos concéntricos. Una gran piedra azul nos avisa de que será inundada por el recrecimiento de Yesa.
Tengo que acelerar para pillar a mis compas, cosa que hago en la larguísima cuesta de ocho kilómetros. Al llegar arriba del todo vemos la torre forticada y las casas altas de Undués de Lerda. Bajo corriendo para evitar el dolor, cruzo el río y subo al pueblo por una calzada romana. En la plaza, Laly está comprando melocotones al camión de la fruta. Albergue-bar, coca cola y medio bocata de jamón con aceite y tomate. Y después un cigarrito. Maricielo me acompaña. Está contratada para el bar, pero sólo en verano. Me dice que en invierno raramente llega un peregrino loco. Mientras vienen los demás, me dibujo la plaza del Padre Pardo (jesuita) mientras me bebo una cerveza.
Caminamos entre rosales retirando las ramas pinchudas con el palo. Luego viene el tedio del camino ancho entre el cereal. Encuentro a César, el colombiano, que me acompaña un rato. Hasta que vemos un olivo gigante, que le muestro, y sólo quiere fotos y fotos para mandar a su país. Allí no hay olivos, me dice.
A los pocos metros ya vemos Sangüesa, un pueblo de cinco mil habitantes que parece mucho mayor. Hay muchos monumentos y mucho movimiento. Pasamos una puerta y un trozo de muralla (siglo XIII) junto al río Aragón (por aquí, bastante grande). Seguimos la rivera hasta que nos encontramos con la iglesia de Santa María la Real. ¡Hala! Portada gótica impresionante. Arcos concétricos con santos y motivos florales. La han restaurado y le han puesto un marco de hierro para protegerla que la separa (desintegra) del resto. Los rincones que dejan los arcos con el rectángulo en que están inscritos es un campo caótico lleno de seres extraños desproporcionados que hasta bajan a las columnas para anidar en ellas. Veo una serpiente amamantando a una mujer. Del crucero sale una enorme aguja, a lo francés.
Comemos en el Veinte, 1920, que es una casa de comidas de curritos. Allí está Lourdes, la masajista. Tiene mal un pie y tiene que abandonar. Se va con César mañana a Zaragoza.
Después de una siesta, hacemos la visita turística: los conventos de los capuchinos y de los carmelitas, iglesia de Santiago, frente al hospital de peregrinos, el palacio de Vallesantoro, iglesia de San Salvador, la casa consistorial,... Sangüesa fue una importante ciudad fronteriza entre los reinos de Aragón y Navarra.
Cenamos de raciones (riquísimo el moje arriero) en el bar más facha del pueblo (Acuario) y luego nos bebemos unas copas en El dos caballos. De vuelta a casa, cruzamos el puente metálico sobre una rejilla que nos simula levitar sobre las aguas del Aragón.

miércoles, 20 de julio de 2011

de pardina del solano a ruesta




Luis y Sara nos ponen una cena rica y copiosa, después nos abren una botella de pacharán de su cosecha. Luis la abre, pone los hielos en el vaso, nos sirve y se sienta con nosotros para charlar. Cuando la cosa toma el aspecto de una comida de negocios me pierdo.

Me despiertan los curritos de la autovía, que se levantan a voces, y me levanto temprano. Doy una vuelta por la finca, visito las naves y los caballos.
La ruta de hoy resulta un poco insulsa. Más cabañares entre los rastrojos, con el único atractivo de las badlands. o tierras valdías, que son colinas erosionadas que dejan ver sus faldas plisadas de pizarra desmenuzada gris, y Artieda, un pequeño pueblo de piedra encaramado a una colina donde nos comemos un bocatas de tortilla de patatas con cebolla, sentados mirando el valle. Buen final de etapa alfombrado por la silre de un robledal y bajo palio sombrado de sus hojas lobuladas. En un claro, la ermita de San Juan Bautista, de la que sólo queda el abside, que se preserva con una estructura metálica techada. Y al final, la silueta fantasmagórica: entre árboles verdes, la silueta de su estilizado castillo y la torre de la iglesia elevándose sobre una completa ruina: Ruesta.
El tema de hoy son las piedras-marcadores azules que hay por todo el camino. Es una forma de reivindicar esta parte del Camino Aragonés que se quiere anegar con el recrecimiento del pantano de Yesa, con una presa afectada por los terremotos.
Ruesta, su ruina, es el resultado de este pantano. Ahora lo ha tomado la CGT y lo está reconstruyendo poco a poco. Es un pueblo vacío (un habitante) donde han hecho un albergue, bar y comedor, además de un edificio para ellos. Las casas arregladas tienen un letrero con el nombre de quien fuera su propietario. Es un sitio extraño y agradable. Ahora mismo escribo en la calle con la luz de la luna y hay un silencio que no recuerdo haber oído nunca. No se oye absolutamente NADA.
Al hospedarnos en el albergue, hemos conocido a los peregrinos que siguen las etapas al tiempo que nosotros. Un alemán que lleva a hombros hasta la cocina de butano y que va a todo trapo (y que el año pasado se chupó enterito el camino francés), la pareja de alemanes de la que he hablado, creo, que son daneses. Dos mañas de Illueca (Lourdes y Pili) simpáticas, que dibujo, el abuelito gruñón (maestro jubilado) y su mujer, super agradable, que se llama Laly; y César, de Bogotá, que nos dice estudió en la universidad con el presi de Colombia, que se acaba de separar y anda por el camino comiéndose el tarro. También hay dos ciclistas de aspecto extraño (blancuzco y quebradizo) que vienen de Somport, pero que trincan mucha carretera.
Nos han dado una habitación para los cuatro, que he tenido que abandonar por el derrotero polifónico que está cogiendo el asunto. Voy a intentarlo de nuevo.




martes, 19 de julio de 2011

camino aragonés: de jaca a la pardina del solano



Después de un café con leche y unas tostadas con aceite y tomate, salimos hacia Pamplona por la Avenida de Nuestra Señora de la Victoria, que acaba en una ermita totalmente decepcionante para ser una virgen que ayudó  a ganar una batalla a los cristianos contra los musulmanes, como hiciera Santiago en Clavijo. Me paseo entonces por el cementerio contiguo. Soportales bonitos rodeando un paseo de viejos cipreses y tumbas. Un jardín.
Seguimos al borde del río Aragón, arropados por álamos gigantes. Jugamos con la carretera hasta que giramos a la izquierda a un robledal. Un fuerte viento del Noroeste nos pone la cabeza loca y tenemos que pasar de llevar sombrero, que sujetamos con imperdibles a la mochila. Apenas si nos cruzamos a peregrinos. Arriba del todo está el Mirador del Canal de Berdún, desde donde se ve el Valle del Aragón con su cebada amarilla recién cortada. Aún huele.
Bajamos, descansamos y jalamos un bocata de bacon, al Hotel Aragón, que regenta una pareja de moteros que han dejado su Goldwind de exposición porque cuando tenemos tiempo no tenemos dinero, y cuando tenemos dinero no nos queda tiempo para cogerla.
Subimos por una cabañera de suelo cómodo. El sol no molesta con este viento. Llegamos a Santa Cilia de Jaca, que es como llaman aquí a Santa Cecilia. Un pueblo bonito de piedra, tejados de pizarra y esas chimeneas tan rebonitas que hay por aquí. El Camping Pirineos y después un bosque de coníferas y robles a la ribera del río. En un abierto, mogollón de piedras de río dispuestas unas encima de otras, como un recuerdo de todos los peregrinos que han pasado por aquí. La verdad es que impresiona, pero no emociona. paso de ñoñeces católicas. Cuesta durita hasta el Puente de la Reina y luego el espolique con la subida interminable  a Arrés, ya a veinticinco kilómetros de Jaca.
Impresionante encontrarse de pronto este pequeño pueblo de piedra con su castillo. Damos un paseo y nos metemos a una fonda a comer. La mesonera, muy simpática, nos pone unas lentejas y un bistec de ternera que, aunque blanquita, está jugosa, sabrosa y en su punto. Antonio se queja de que dejen pasar a los gatos en la cocina. Nosotros no estamos para nada, quizás para una buena cama y un ventilador.
Sólo nos queda bajar Arrés y pasar los campos de cereal hasta la Pardina del Solano, una casa rural montada en una finca de cereal, con caballos, bodega y un hermoso patio rústico. Sara nos espera con los agrícolas, brandy con sprite, y referesquitos de limón. Después de la comida nos hemos quedado agarrotados y no viene mal un tres en uno. Hacemos la colada en la lavadora, nos duchamos y nos tiramos en el patio con los bocalibres, esperando que nada pase y haciendo tiempo para que la señora nos ponga una buena cena. Comparada con la de ayer, esta etapa es casi un paseo.