jueves, 19 de mayo de 2011

18 maio 2009: porto
























Sueño que estoy en una fiesta privada muy elegante. Las mujeres llevan vestidos negros años cincuenta y collares de perlas. Creo que incluso la imagen es en blanco y negro, y estoy en medio de una de esas comedias americanas que me tragaba en la tele de niño. Charlo con Maru y una amiga muy pija que se ha echado. Yo trato de hablar con la amiga con ese tono insultante-bromista que usaba Gary Grant para ridiculizar a la chica que quiere pero que trata de demostrar que odia, y así estar a tono. Se molesta mucho conmigo. No se si es su papel o es que le estoy cayendo mal. También está Tola, a quien le pregunto si tiene miedo de la muerte. Yo sólo al dolor, al sufrimiento continuado. Y lo único que sentiré es no ver cómo cambia el mundo, cómo han crecido los árboles, en qué se han convertido las ciudades, qué sistemas económicos han inventado.

Pagamos cincuenta euros y dejamos los macutos. Salimos al sol, al café Ceuta, lleno de hombres. Precioso: mesas, sillas, techos altos, espejos y critales viselados con barcos de vela. Abajo un salón alucinante con diez mesas de billar, que duermen bajo unas lonas verdes. El dueño me lo enseña y me cuenta que ya no da dinero, que sólo se acercan unos cuantos a la tarde noche. El billar es de otros tiempos (yo sé que también el café, la gente y el ritmo de esta ciudad).
























Santa Casa de Misericordia, número 5 de la calle de las flores, livros nuvos e usados, revistas de ilustradores en el 28 de la misma calle (O Espectro, O Sorvete, Les Humoristes, Simplicisimus, Ilustré National), el patio de la Bolsa, su restaurante y biblioteca, la Casa del Príncipe.
Bajamos al muro y nos tomamos una cerveza. Sale una señora con muleta y bigote, pone el trapo sobre la mesa. Pega el sol y se está en la misma gloria.
























Por el muro del Duero vamos paseando y luego subimos hasta los jardines del Palacio de Cristal. Era un palacio que se hizo en una Expo Universal, y ya no existe más que el nombre. Lo que existe es una cúpula marciana y verdosa que parece el esqueleto de un erizo decorado por el capitán Nemo, para vivir en las profundidades del Océano.























Hoy es un día diferente a los demás, muy luminoso. Pasamos por el jardín del Hospital De San Antonio. Los cedros del Líbano. Paseo de plátanos. Esculturas juguetonas de Juan Muñoz. Nos sentamos en la terraza del Café Conlelas. Dibujo el quiosco de la música, el paseo y los vecinos modernos. Museo de fotografía en un laberinto de mazmorras. Porto del 2007 del abuelo George Dussaud.
Comemos el buffet del centro comercial de Santa Catarina por cinco euros. El café en el Aviz, al lado de la pensión. Nos despedimos del maravilloso mercado de Bolâo, de los carteles chulos de las tiendas, del Duero.
Esperamos media hora en el metro. Ya de camino, en la estación de Ntra. Sra. da Hora, veo que un chaval coge algo del suelo (el tren va sobre la superficie) y lo lanza al tren. Suena un fuerte golpe. Estalla una luna de las ventanas. Un hombre sale corriendo asustado y se mira en un espejo para ver si tiene heridas. Me doy cuenta de que un gamberro ha tirado una piedra, ¡acojonante! El conductor ha parado el tren. Pone un cartel que reza: sem servicio.

Ya estamos instalados en el avión. Beni se duerme. El del pelo castaño ha muerto. Se colocan los últimos despistados. Me gusta que las compañías no sean tan rígidas, aunque tengamos que esperar. Un sueño y estaremos bajando a Madrid. Espero que sin la compañía de Gary Grant.

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