domingo, 10 de abril de 2011

cala amarilla y genoveses

Hoy amanece un día de verano. Vamos en coche hasta el parking de Los Genoveses. El nombre le viene de la guerra de los italianos contra el comercio de la seda en Las Alpujarras. Parece que hubo en esta ensenada un barco anclado, durante varios días, que le dió el nombre. Subimos entre barrones (plantas parecidas a los juncos, con hojas más finas, que crecen en la arena de las dunas) y bosques de flores de pitas, que de jóvenes son como espárragos gigantes y leñosos que luego empezan a echar ramas, de cuatro a cinco metros de altas, y luego se secan y parecen esqueletos. Seguimos senderos equívocos en las dunas, entre aulagas y los pinchos de las pitas, hasta el Morro de los Genoveses. Justo detrás, está Cala Amarilla, pequeña y coqueta, encajonada entre acantilados de roca amarilla y pedruscos negros caídos al agua. Su arena es fina y su acceso difícil. Varios adanes y evas se bañan exultantes o toman el sol. Su visión, en este sitio idílico, me hace comprender cómo Colón creyó encontrar el Paraíso en el Orinoco. Supongo que el atuendo de sus habitantes era parecido. A medio bajar por el sendero tortuoso que nos llevará a este edén, me siento a dibujarlo. A nadie le importa. Estos seres del Génesis son felices. Escalamos hasta que vemos la playa de El Barronal y luego bajamos al morro para recorrerlo por la linde con el mar. Sobre piedras andamos entre los acantilados y el agua, viendo estas formas extrañas que el agua y el viento esculpen. Un derrumbe nos impide seguir. Esto está lleno de gaviotas. Buscamos un sitio estable y bonito, y comemos unos sandwiches de ensaladilla rusa. Beni descansa luego, yo dibujo estas paredes arrugadas.
Bueno, hace calorcito y la playa es de arena fina. Hoy hay mucha gente, para lo que estamos acostumbrados. Nos convertimos en bañistas: colocamos las esterillas al lado de un grupo de jovencitos y jovencitas franceses. tersos culitos y tetitas incipientes. Comida pa los pollos. Tanta joven estupidez me resbala. Hago un dibujo tan rápido que no pueda mosquear y, seguidamente, disfruto del agua en este lugar que nos acerca a la idea de otro mundo que, hace décadas, algunos creyeron posible.

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